3 may 2009

Teté Aguirre. El rey del bombo


Y el Coco se callaba la boca. Miraba el suelo. ¿Por qué, Coco? ¿Por qué te callas la boca y andas escondiéndote? ¿Vos, Coco? ¿El mejor tocador de bombo? ¡Que no se diga! Porque vos sos el mejor de todos. Sin vueltas. Cuando te dejamos solo haces lo que querés con el bombo. La gente te aplaude. La gente te aplaude. Se vuelve loca. Por la espalda, por abajo la pata. ¡Dale, Coco! ¡Más fuerte, Coco! ¡Más ligero! ¡Dale, Coco! Pero soy el director. Yo siempre fui director. ¿No es cierto, Coco? Este año, y el año pasado, y el otro, y el otro. Siempre. La murga de Barraza, le dicen a Los Divertidos. Eso vos lo sabes.

De Un Bombo que suena lejos, Humberto Costantini


La voz de Teté Aguirre, grave y cavernosa, retumba entre las paredes del taller donde fabrica bombos, al fondo de su departamento en un primer piso del barrio de Villa Crespo. El sol ilumina la tarde y ese lugar en el mundo ––pequeño y repleto de herramientas, maderas, mazas y papeles que tapan la mesa de trabajo– es el único ámbito donde este hombre de setenta y cuatro años puede crear por afuera de su escenario natural: el empedrado. Porque Teté es la calle misma en tiempos de Carnaval, una suerte de guardián del Rey Momo que anuncia la llegada de los días felices con los sonidos del parche y el platillo. Personaje de culto para músicos y murgueros, nunca abandonó la esencia del murguista que lo mantiene vivo y le da energías para encarar nuevos desafíos arriba de un tablado con el grupo La Runfla. También como letrista y confeccionando bombos de manera artesanal. “A veces les hablo y les pido perdón: ‘mira, tengo que apretar las clavijas para afinarte’”, dice con la palabra y la mirada en el rabillo del ojo. Teté Aguirre, Héctor en su documento de identidad, es grandote y se peina para atrás con unos rulos rebeldes que caen, empecinados, sobre la nuca. Tiene un cuerpo macizo que aun con los golpes que le dio la vida lo conserva con una postura altiva pero serena. Sus manos y brazos han hecho miles de malabares con la maza de madera y los platillos. Y sus dedos no dejan de repiquetear cuando entona, con una sorprendente voz de jilguero, las canciones que compone desde hace tan solo quince años.

“Tengo proyectos y todo el tiempo se me cruzan ideas”, afirma mientras el meñique y el anular de la mano izquierda acompañan quién sabe qué melodía. ¿Será que Teté tiene la música en la sangre, en las entrañas? ¿Cómo hace para sacar esos sonidos de un instrumento rústico y más asociado al desorden que a la armonía musical? “No lo sé, me sale así”, responde. Será nomás que el ritmo del Carnaval se le escapa por donde puede. A veces por el bombo, otras por las letras y siempre por los ojos oscuros, por la voz de jilguero, por el vozarrón cotidiano y por el golpeteo de las yemas de los dedos sobre la mesa. Y aunque ya no puede pegar un salto, ensaya una patada al aire desde el inconsciente para liberar tanta pasión que fluye por las venas en glóbulos de colores brillantes y papel picado. Teté es también el esposo de “La Tana”, su adorable compañera, y el papá de Leandro, cantor y murguero. Y el camillero del Hospital Santojanni que le puso cinco estrellas a la camilla, el mismo que cantaba “Malena” a pedido de los médicos cuando la pasó brava después de un tratamiento de quimioterapia. “Dale, Teté, cantante un tango”, pedían. “Se volvían locos y a mi me servía porque me sentía vivo”, recuerda. Ya está, la Parca venía con la guadaña afilada pero no pudo asestar la chuceada. Apenas si le dejó un rasguño.

“Yo era de Palermo, el que tenía un taller en Villa Crespo era mi hermano. Acá estaba el hincha de Atlanta y el de Chacarita; la gente era diferente, estábamos contentos y tomábamos mate en la vereda. Y cuando una murga salía a la calle los pibes agarraban un baldecito para tocar. Tirabamos la manga en el boliche: ‘Diga… ¿me da las papas fritas?’. Y el tipo también te regalaba los maníes. Cosas de antes, cincuenta años atrás… ¡No! ¡Sesenta…! Tengo setenta y cuatro… ¡Dejate de jodeeer…!”.

M.M.
Fotos: Mariana Berger
Leer completa en edición gráfica de Sudestada, año 8 nº 78, mayo 2009.


Arráncame la vida


Yo tengo muchas ganas de murguear

y a todos ustedes pido que me acepten.

Cuando los bombos empiezan a entonar

esos compaces que el murguero siente.


Un pasito adelante y otro atrás

Así se baila cuando uno empieza.

Después los saltos y todo lo demás

y entonces quedan todos de la cabeza.


No digas más pavadas, por favor

la gente vive metida en otra cosa.

La plata no te alcanza para nada

no es como antes, todo color de rosa.


Yo sé que vos tenés buen corazón

y te olvidas de todo lo que pasa.

Tenés que laburar si vos podes

Para poder llevar un mango a casa.


Siempre estas bajoneada y con dolor

y no queres que el mundo se divierta.

La murga nuestra trata de borrar

el malestar que a este país aqueja.


Vení hablemos juntos, por favor

Los dos queremos una Argentina nueva.

El tema es la desocupación

hay que arreglarlo, sea como sea.


Coro

Si nos juntamos todos puede ser

poder lograr una patria divina.

Y así como decía El General

si estamos todos unidos, salvamos la Argentina.


Recreación de Teté Aguirre

Letra original: Agustín Lara



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