La Universidad Nacional de Lanús junto a la Editorial Biblos publicó el Diccionario del pensamiento alternativo, una obra dirigida por Hugo Biagini y Arturo Roig, que completa una trilogía que integran los volúmenes de El pensamiento alternativo en la Argentina I y II.
Para los directores “lo alternativo que supone cambio” tiene como “mira fundamental la dignidad humana, si bien no es ajeno a posiciones ideológicas, su contenido en ese sentido es fácilmente justificable por vía de una razón que no ignore los valores inalienables de lo humano”. Se trata de una obra “hecha y empujada desde la esperanza… de un mundo propiamente humano en el que todos, desde nuestra diferencia, sostengamos una palabra vigorosa y si viene el caso audaz y hasta utópica en su sentido fuerte, enfrentada al discurso vigente de los poderes opresivos y abierta a la voz del otro y sus necesidades, en procura de una solución a la problemática social. En fin, una palabra de combate, difícil pero siempre posible”.
Unos doscientos académicos e investigadores elaboraron más de doscientas entradas como agricultura orgánica, asambleísmo, cacerolazo, cartoneros, consumo solidario, “mandar obedeciendo”, moral emergente, rearme categorial, redes intelectuales y socialismo del siglo XXI.
Biagini y Roig se preguntan “si hay intelectuales que jueguen un papel alternativo y sean ‘orgánicos’ (según la terminología de Antonio Gramsci) en relación con sectores sociales emergentes o potencialmente emergentes. Y lógicamente que los hay”, es la respuesta. También sostienen que en el pensamiento alternativo hay una riqueza teórico-práctica frente al pensamiento único “como denomina José Saramago a esa mentalidad estrechamente vinculada con el tener en lugar del ser”.
Con este Diccionario del pensamiento alternativo se propuso “suplir la falta de un panorama sistemático que examine las representaciones y las sensibilidades progresistas contemporáneas, ante la compartida urgencia por valernos de nuestras tradiciones populares para enfrentarnos con un orden mundial como el presente, en el cual, a diferencia de otros momentos de mayor protagonismo social, se sostiene la imposibilidad de modificar sensiblemente la naturaleza de las cosas”.
Club Social y Deportivo -escrito por Roberto Di Giano y Marcelo Massarino- y Deporte Amateur, de ambos autores y Julián Ponisio, son las únicas entradas que se refieren a la temática deportiva.
CLUB SOCIAL Y DEPORTIVO. En los primeros años del siglo XX se generalizó una práctica entre los integrantes de los sectores medios y bajos de la población argentina que luego derivó en la creación de una red de instituciones que reuniría las actividades sociales, culturales y deportivas de diversas zonas de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Tales entidades se diferenciarían de aquellas de carácter cerrado y discriminatorio construidas sólo por los miembros de la colonia británica y de la elite local. Los clubes sociales y deportivos fundados mayoritariamente por hijos de inmigrantes y nativos pertenecientes a los sectores populares se convirtieron en espacios destacados del mundo urbano donde se ejercitaba la democracia y se impugnaba al estabishment deportivo. Abiertos a todo tipo de público, permitieron la afirmación identitaria de sujetos sociales que no encontraban la posibilidad de afianzarse en el complejo universo social de la época, facilitando la integración de diversos actores dentro del lugar delimitado por el club así como también en un entramado social más amplio, donde se cruzaban amigos, familiares y vecinos en general. Conviene señalar que en las instalaciones de los numerosos clubes populares, cuyo objetivo principal aunque no exclusivo era la práctica del fútbol –un deporte de origen británico que fue resignificado positivamente por los estratos medios y bajos de la sociedad-, se articulaban las actividades recreativas y culturales de los barrios. Así, los clubes sociales y deportivos se sumaban a otros ámbitos relevantes de sociabilidad como las entidades educativas, los bares y la denominada “barra de la esquina”. (Fragmento)
DEPORTE AMATEUR. Resulta complejo distinguir claramente el deporte amateur del profesional y muchas veces paradójico pues sus límites son difusos y admiten contenidos contradictorios. Habitualmente, apelando a un reduccionismo, se pone el acento en la influencia negativa del dinero, al que se considera el principal contaminante de la mítica pureza del deporte.
Para superar a las prenonciones resulta particularmente fecundo analizar el fútbol argentino, que en 1931 experimentó el cambio de status deportivo. Con la llegada del profesionalismo se institucionalizó el pago de dinero a los futbolistas, práctica que hasta ese momento era ejercida en forma solapada, conocida como “amateurismo marrón”. Este mecanismo, puesto enmarca hace unos años, sirvió para retener a los jugadores talentosos cuando rentarlos no estaban aprobado por la superestructura jurídico-legal de las instituciones deportivas. Asimismo, la apropiación de la práctica futbolística por los sectores populares se inscribió en parámetros distintos de los utilizados por las elites que intentaron, por muchos medios, imponer a los demás actores una oral deportiva basada en la ejecución de movimientos medidos y estandarizados del cuerpo humano. De esa manera las demostraciones emocionales y sentimentales desde medidas, estrechamente relacionadas con la identidad cultural de los estratos medios y bajos de la población local, quedaron alejados de los ideales “civilizatorios” propios de la cultura deportiva anglosajona, sellándose así subjetividades diferentes. No es de extrañar, entonces, que a comienzos de la era profesional siguiera primando en los futbolistas, que ya cobraban formalmente, una mentalidad amateur asociada a lo lúdico y a una estética propia. (Fragmento)
http://www.editorialbiblos.com/inimodelo.php?modulo=detalle.php&idlibro=11591
http://www.cecies.org/proyecto.asp?id=47
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