El sociólogo Roberto Di Giano es autor de Fútbol y discriminación social, un nuevo libro que se suma a Fútbol y cultura política en la Argentina y El fútbol y las transformaciones sociales del peronismo, también de editorial Leviatán (http://www.e-leviatan.com.ar/).
El periodista del diario Clarín Ariel Scher dedicó hoy su columna Tiempo de descuento, con el título Pensar un país y pensar el fútbol, al flamante trabajo de Di Giano. Para leerla, pulsar http://www.clarin.com/diario/2007/11/15/deportes/d-06503.htm
Lo que sigue es un fragmento del prólogo de Fútbol y discriminación social.
Este libro analiza el sostenido desarrollo que tuvo el fútbol en la República Argentina desde 1913, año en que salió campeón por primera vez un equipo surgido de las entrañas del mundo popular, hasta el momento en que se produce la abrupta caída del régimen peronista a mediados de la década del cincuenta.
Es importante recordar que el mundo popular de principios del siglo XX era un espacio marcadamente heterogéneo y que a los grupos oligárquicos les resultaba cada vez más irritante porque contaba con la activa presencia de una multitud de inmigrantes que irrumpían como elementos de perturbación de ese orden social pergeñado en su acotado círculo intelectual.
El cambio de sensibilidad con respecto al fenómeno inmigratorio les permitió a las elites reforzar su desprecio sociocultural por los miembros de los sectores populares a quienes, para justificar su dependencia, les negaban moralidad y capacidad. Si anteriormente se habían mostrado eficaces para asociar al criollo con la desidia y la holgazanería, a los otrora bienvenidos inmigrantes los vincularían sin ningún tipo de reparos con la inescrupulosidad, marcando así con ellos una frontera cultural que adoptando distintas formas siempre tendió a rechazar al ajeno.
En los diarios más prestigiosos e influyentes de la época encontramos muestras de intolerancia y discriminación que funcionan como verdaderos legados, en los espacios dedicados a debatir diversas cuestiones de la cultura futbolística local. Tomar en cuenta parte de ese rico material brinda la gran posibilidad de ampliar y complejizar nuestra memoria social y demostrar que muchas de las polémicas de antaño arribaron al nuevo milenio con una vigencia insospechada.
En la Copa del Mundo realizada en el Uruguay quedaría demostrado que el fútbol es capaz de exponer una variada gama de cualidades estéticas. Pero a su vez, que se ofrece como un terreno privilegiado donde se vuelcan los costados más patéticos de muchos aficionados.
Así, por ejemplo, sucedió con aquellos uruguayos que en este relevante torneo disputado en 1930 hicieron una demostración violenta de la adhesión a su seleccionado, ligada a lealtades nacionales demasiado exacerbadas. En ese clima de fuerte intolerancia, fantasear con una derrota frente a su clásico rival, el poderoso equipo argentino, los volvió llamativamente hostiles y violentos con los demás, y los alejó de la posibilidad de ensayar formas creativas de participación popular para salir del laberinto tejido por la xenofobia.
En la década del treinta el gobierno del general Agustín P. Justo, líder de aquella experiencia tan traumática para la mayoría de los habitantes de nuestro país consistente en restaurar políticas de tinte oligárquico, se relacionó estrechamente con el fútbol. La potencia de la cultura liberal, capaz de generar imaginarios que oculten o resalten hechos de una manera arbitraria, ayudó a borrar de la memoria colectiva, entre otras cosas, el sólido vínculo construido entre el astuto presidente y una de las entidades más poderosas del ámbito futbolístico: Boca Juniors.
Eran tiempos en que a las máximas autoridades del país, atravesadas por injerencias exógenas, se les planteaban serias dificultades para cohesionar a la sociedad en una forma relativamente duradera porque lograr una verdadera integración les hubiera exigido tener una visión más abarcativa de las problemáticas nacionales. Entonces, en ese contexto de desarticulación social, donde se podía percibir cómo se trituraban muchos vínculos solidarios, un clima de desaliento cubrió a amplias capas de la población afectadas sensiblemente por el elevado nivel de pobreza y de desocupación. Asimismo, por la entrega de patrimonios nacionales decidida por las elites en aras de insertar al país, de una manera servil, en la nueva configuración económica mundial.
Para el final de la presente obra, dedicada a una rica expresión cultural que comprometió históricamente a diversos sectores de la población, se dejó un lugar privilegiado al papel que cumplió el fútbol en los últimos tramos del gobierno peronista que dirigió los destinos del país desde 1946 a 1955. Una de las características relevantes fue que sus altos dirigentes comprendieron pronto la importancia política de celebrar lo nacional tomando en cuenta a los sectores populares. El presidente Juan Domingo Perón asumió la representación de los trabajadores quienes mayoritariamente simpatizaron con el líder que cosechó durante su largo mandato conmovedoras adhesiones.
Es importante recordar que el mundo popular de principios del siglo XX era un espacio marcadamente heterogéneo y que a los grupos oligárquicos les resultaba cada vez más irritante porque contaba con la activa presencia de una multitud de inmigrantes que irrumpían como elementos de perturbación de ese orden social pergeñado en su acotado círculo intelectual.
El cambio de sensibilidad con respecto al fenómeno inmigratorio les permitió a las elites reforzar su desprecio sociocultural por los miembros de los sectores populares a quienes, para justificar su dependencia, les negaban moralidad y capacidad. Si anteriormente se habían mostrado eficaces para asociar al criollo con la desidia y la holgazanería, a los otrora bienvenidos inmigrantes los vincularían sin ningún tipo de reparos con la inescrupulosidad, marcando así con ellos una frontera cultural que adoptando distintas formas siempre tendió a rechazar al ajeno.
En los diarios más prestigiosos e influyentes de la época encontramos muestras de intolerancia y discriminación que funcionan como verdaderos legados, en los espacios dedicados a debatir diversas cuestiones de la cultura futbolística local. Tomar en cuenta parte de ese rico material brinda la gran posibilidad de ampliar y complejizar nuestra memoria social y demostrar que muchas de las polémicas de antaño arribaron al nuevo milenio con una vigencia insospechada.
En la Copa del Mundo realizada en el Uruguay quedaría demostrado que el fútbol es capaz de exponer una variada gama de cualidades estéticas. Pero a su vez, que se ofrece como un terreno privilegiado donde se vuelcan los costados más patéticos de muchos aficionados.
Así, por ejemplo, sucedió con aquellos uruguayos que en este relevante torneo disputado en 1930 hicieron una demostración violenta de la adhesión a su seleccionado, ligada a lealtades nacionales demasiado exacerbadas. En ese clima de fuerte intolerancia, fantasear con una derrota frente a su clásico rival, el poderoso equipo argentino, los volvió llamativamente hostiles y violentos con los demás, y los alejó de la posibilidad de ensayar formas creativas de participación popular para salir del laberinto tejido por la xenofobia.
En la década del treinta el gobierno del general Agustín P. Justo, líder de aquella experiencia tan traumática para la mayoría de los habitantes de nuestro país consistente en restaurar políticas de tinte oligárquico, se relacionó estrechamente con el fútbol. La potencia de la cultura liberal, capaz de generar imaginarios que oculten o resalten hechos de una manera arbitraria, ayudó a borrar de la memoria colectiva, entre otras cosas, el sólido vínculo construido entre el astuto presidente y una de las entidades más poderosas del ámbito futbolístico: Boca Juniors.
Eran tiempos en que a las máximas autoridades del país, atravesadas por injerencias exógenas, se les planteaban serias dificultades para cohesionar a la sociedad en una forma relativamente duradera porque lograr una verdadera integración les hubiera exigido tener una visión más abarcativa de las problemáticas nacionales. Entonces, en ese contexto de desarticulación social, donde se podía percibir cómo se trituraban muchos vínculos solidarios, un clima de desaliento cubrió a amplias capas de la población afectadas sensiblemente por el elevado nivel de pobreza y de desocupación. Asimismo, por la entrega de patrimonios nacionales decidida por las elites en aras de insertar al país, de una manera servil, en la nueva configuración económica mundial.
Para el final de la presente obra, dedicada a una rica expresión cultural que comprometió históricamente a diversos sectores de la población, se dejó un lugar privilegiado al papel que cumplió el fútbol en los últimos tramos del gobierno peronista que dirigió los destinos del país desde 1946 a 1955. Una de las características relevantes fue que sus altos dirigentes comprendieron pronto la importancia política de celebrar lo nacional tomando en cuenta a los sectores populares. El presidente Juan Domingo Perón asumió la representación de los trabajadores quienes mayoritariamente simpatizaron con el líder que cosechó durante su largo mandato conmovedoras adhesiones.
Marcelo,
ResponderBorrarMi nombre es Manuel, soy alumno de 3º de DeporTea, y estoy preparando un trabajo final para ética sobre el cierre del vespertino crónica y como trataron los grandes medios y los periodistas independientes la noticia. Buscando en Internet encontré un articulo tuyo que salió publicado en la revista Nº 45 de Sudestada, y nos pareció realmente interesante para incorporarlo al trabajo. Quería ver si es posible que me mandes la nota completa, y me des algún mail o número de tel para comunicarme con vos y hacerte un par de preguntas sobre tu nota.
Manuel Fernández Görg
hantaro05@hotmail.com