Durante años tuve un recuerdo que no sabía si era pura imaginación.
De niño estaba trepado a la verja de mi casa, en La Tablada, y ví pasar a casi todo el barrio caminando por la calle. Las chicas iban con pantalones de botamanga ancha y ponchos; también con unos gorritos blancos que mi recuerdo les dio forma de conito de cumpleaños. Seguro que no iban a una fiesta porque no habría lugar en el mundo para que todos estuvieran alrededor de una torta; mucho menos para que cada uno tuvieran una porción. Sin embargo, iban decididos quién sabe a dónde.
La memoria insiste una y otra vez que ese gorrito blanco se movía de un lado para el otro, de un lado para el otro.