30 jul 2009

Libros

La huella del crimen

Esta obra de Raúl Waleis, como anagrama de Luis V. Varela, es la primera novela policial en castellano. Narra la historia del asesinato de una mujer, en París, y la investigación del comisario Andrés L’Archiduc. Varela, abogado y político, trasciende la anécdota del crimen de la baronesa Alicia de Campumil, acuchillada en el Bosque de Boulogne, para hacer una crítica al sistema judicial que favorece a los ricos: “Los nobles, los grandes, esquivan la responsabilidad y engañan a los magistrados; los plebeyos, los humildes, apresan al que creen culpable y le entregan a la justicia”.

L’Archiduc es un detective que para resolver el caso utiliza los recursos de la ciencia y la tecnología, además del conocimiento que le da la experiencia: analiza las huellas de la escena del crimen como un baqueano y confía en su instinto, algo que no implica, necesariamente, la violación de la ley.

La huella del crimen apareció como folletín del diario La Tribuna, de Buenos Aires, y luego como libro, en 1877. El rescate que hace Adriana Hidalgo de este texto incluye un excelente posfacio de Román Setton, también a cargo de la edición, donde analiza el recorrido del género policial y advierte sobre la recurrente omisión de Waleis/Varela en la que incurren muchos especialistas.

Este volumen es algo más que la vuelta de un incunable, sino la puesta en vigencia de un libro que evidencia los prejuicios y las divisiones sociales de la época, la dificultad de los desposeídos para acceder a un sistema de justicia que los incluía per se como culpables. Setton también advierte que el autor “pone de relieve... la injusticia para con la mujer y una violenta crítica a la desigualdad de los géneros ante la ley”. En ciento treinta y dos años los escritores pusieron en la ficción a muchos investigadores en los casos más truculentos e intrincados, aunque el escenario social donde el asesino ejecuta su plan poco o nada ha cambiado.

Publicado en la Revista Sudestada. Año 9, edición nº 81. Agosto 2009.


27 jul 2009

Historias con nombre y apellido

La mujer que entró y salió del infierno
Laura Lampreabe, operadora de Casa del Sur.

Jorge Fernández Díaz

lanacion.com | Información general | Sábado 25 de julio de 2009

23 jul 2009

Poesía

Perry 341

Sólo sé que una vez fui Poncho Negro.

Y otra Sandokán,
enamorado para siempre de Mariana.
Así era yo. Valiente, inesperado.
No había lugar sobre la tierra.
Fui Bufalo Bill, corsario de galeones, escampavía.
(Estoy viendo la bondad ensimismada
en el volar voluntario de la tarde.
Recogiendo las hojas de los árboles,
llamándome).
Ahora estaba el mar con sus piratas.
Ahora era el sheriff desenfundando el Colt.
En ese tiempo inmóvil no existía el registro civil
ni las hembras dementes
o la sombría sangre de los desaparecidos.
A la hora de la siesta
las palabras latían desde lejos.
Eran campesinos de la guerra de España,
descamisados fecundando su odio,
el fascismo metido en cada sindicato.
Pero a mí me invadían el ocio y la ternura.
Era secuaz del viento en el tranvía,
la imagen deslizante de los cabellos sueltos,
la ciudad protegida por cocheros.

El domingo en forma de Visera;
el fervor era el puño de mi primo
en la tribuna. Y el gol de Ernesto Grillo.
Sentir por la radio que el zurdo Prada
lo tiraba a Gatica. Soñar con esa niña
de ojos claros que vivía en el barrio.
Y conquistar la murga de Portela,
peregrina y errante,
que insolente insultaba a esa vejez tan gris.
La vida era esa bolita azul, una puntera.
La casa de mi tía, la pelea en la plaza,
un zaguán carbonero y carbonario.
Manolete muriendo con su traje de luces.
John Wayne inventando otra historia de cowboy
en el Select Lavalle
desde una diligencia inmemorial.

Mi padre auguraba un futuro sombrío.
Y mi madre bordaba sus congojas
por un hijo perdido en imaginerías.
Mis hermanas invocaban a un dios mitológico
para que yo dejara de creerme Tarzán.
Me olvidaba la pluma cucharita.
No entendía el triángulo isósceles.
Ni las monocotiledóneas
ni a French o a Lavalle.
N o memorizaba el caballo blanco del manual.
Sólo los senos prodigiosos de la señorita Gloria.

Bellas eran las imágenes en los libros de Verne.
Los primeros secretos,
la eternidad gozosa ante tanta estupidez.
Era puro el contacto de la lluvia,
los potajes, la fiebre, el azufre.
Las manzanas perfumaban las sábanas del cuarto,
navegábamos en los paisajes de la luna
salvándonos de toda iniquidad, de todo templo.
Eran las moradas rebeldes,
los sagrados rincones
que la mirada perdida recorría
en los dudosos límites de cada profecía.
Así era la luz,
el reino de mis dioses tutelares.

Ahora me observo en esta fotografía.
Admiro mi alborada, mi ajedrez, mi sonrisa.
Esa linterna mágica que convoca los nombres.
Te restituyo las horas del milagro, capitán.
La billarda, la honda, mi caballo ensillado.
Los hijos en la noche deambulan por la casa.
Se hospedan en palacios,
se cuentan una historia de férvidos vestigios.
Y mis ojos se nublan.
La ausencia nos redime en un recuerdo abierto.
Ahora, que tengo cuarenta y seis años
y me arrojo al mar para salvar a un hombre que se ahoga.

Carlos Penelas, 1993

19 jul 2009

Historias con nombre y apellido

El exorcista de la calle 6

Por Jorge Fernández Díaz

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lanacion.com | Información general | Sábado 18 de julio de 2009

18 jul 2009

Ideas

Entrevista con César Torres
¿Para qué sirve el deporte?

Lejos de las respuestas convencionales, un filósofo propone discutir a fondo qué es y cómo puede contribuir a edificar una vida más feliz, con conciencia ciudadana y convivencia democrática.
Por Marcelo Massarino
La nota completa en la edición gráfica de la Revista Ñ, sábado 18 de julio de 2009, nro. 303, páginas 12 y 13

14 jul 2009

Murga

Teté Aguirre, A Capella
Durante una entrevista a la Revista Sudestada, de Buenos Aires, el murguero y bombista Teté Aguirre canta un tema acompañado por el ritmo que marcan sus dedos golpeando sobre la mesa de su taller, en el barrio de Villa Crespo, una tarde de Abril de 2009.
Para ver el post con la nota:

http://marcelo-massarino.blogspot.com/search?updated-max=2009-05-04T11%3A35%3A00-07%3A00


9 jul 2009

Deportes. Tiempo de Descuento


Hace 140 años había equipo

Por Ariel Scher
El fútbol es la posibilidad de la risa repetida, y de la tristeza fugaz, y de sudar, y de soñar. Pero, más que todo, es una identidad. Siempre. Y si no siempre, al menos desde hace 140 años. Justo 140 años. El 9 de julio de 1869, en los bosques de Palermo y con un frío que verificaba las durezas del invierno, se armó algo que certificó que un equipo es un lugar de pertenencia. Ese día se jugó el partido de La Guerra de las Rosas.
Lo cuenta de modo excepcional el periodista e historiador del deporte Víctor Raffo en un libro también excepcional: El origen británico del deporte argentino. La Guerra de las Rosas ocurrió 400 años antes y enfrentó a la casa de Lancaster con la casa de York, en una disputa de núcleos familiares por el trono de Inglaterra. El 4 de julio, de cara al partido final de una de las primeras temporadas de fútbol sobre suelo porteño, las autoridades del Buenos Ayres Football Club publicaron este texto en el diario The Standard: "Jugadores procedentes de Lancashire, o que estén a favor de la causa de la Casa de Lancashire, por favor, si es posible, concurrir con capas rojas y los partizanos de York, en blanco. Señores que tengan dudas sobre sus simpatías en la guerra, serán repartidos entre los equipos en el campo de juego".

La nota completa en:
http://www.clarin.com/diario/2009/07/09/deportes/d-01955436.htm

1 jul 2009

Viaje al interior del Posadismo.


Es la rama del trotskismo argentino menos conocida y más singular. Su referente, J. Posadas, fue jugador de Argentinos Jrs. y cantaba tangos de Gardel. Es inevitable el recuerdo de su tesis sobre los alienígenas marxistas, que lo identificó durante décadas. Hoy su hijo conduce el POR, defiende la gestión de los gobiernos argentino y uruguayo, y afirma: “Si lo dice Carl Sagan está bien, pero como lo dijo Posadas es un loco planetario”.

La izquierda en la Argentina tiene una rica historia de lucha con organizaciones que contribuyeron al desarrollo de la defensa de los intereses de la clase obrera y del pueblo. También tiene en su ADN la marca de la fragmentación y la división en tantos sectores, que es difícil llevar un mapa conceptual sobre el origen y destino de cada uno. Si hablamos en particular del trotskismo, la explosión y dispersión se da hasta el infinito. Así, desde Liborio Justo, Quebracho, considerado el padre de los trotskistas en el Río de la Plata, la reproducción de sellos no tiene fin. Pero hay un tema en el que hay un consenso generalizado: sin dudas, el fenómeno más singular en el panorama de los seguidores de León Trotsky es el Posadismo, la corriente que fundó J. Posadas y que tiene su propia IV Internacional. Sus seguidores continúan reunidos en el Partido Obrero Revolucionario (Trotskista-Posadista), editan el periódico Voz Proletaria y la revista Conclusiones desde un primer piso en la calle Matheu, en la ciudad de Buenos Aires. Con estas herramientas, difunden sus análisis y posiciones que, en el plano local, acompañan al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y al piquetero Luis D’Elía, líder de la Federación de Tierra y Vivienda y de la flamante Central de Movimientos Populares (CMP).

En el plano internacional, apoyan “a los camaradas como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, que desarrollan en la práctica y en distintos niveles la concepción ‘del nacionalismo al estado obrero’”. Habitualmente ninguneados por la tesis de Posadas sobre la existencia de los platos voladores, la chicana fácil de quienes los critican es modificar el nombre del órgano de prensa del POR por el de Voz Planetaria. Sin embargo, las más de 1.500 ediciones del periódico indican que detrás de este grupo de militantes hay un pasado con días de gloria. En la actualidad, tiene organizaciones hermanas en Uruguay -donde integran el Frente Amplio desde su fundación y se presentan a elecciones con la lista nº 871- Chile, Perú, Grecia y Brasil...

Ver la nota completa en Revista Sudestada. Año 8, nº 80. Julio de 2009