27 dic 2005

El cierre de la 5ta. Edición de Crónica terminó con un clásico de Buenos Aires. ¡DEGENERADOS! ¡MUTILARON Y ASESINARON A VESPERTINO!


Se cuenta que uno de los fotógrafos de su diario llega muy retrasado a cubrir su horario. Al ver su rostro apesadumbrado, él le pregunta:
-¿Qué te pasó, viejo: llegaste casi dos horas tarde..?
-Mirá, acompañaba a mi madre al hospital, cruzamos un paso a nivel, me distraje y un tren que pasaba la atropelló, la destrozó, la mató.
-¡No me digas! Te acompaño en el sentimiento. Y bueno, dejá la foto del accidente para que la revelen, ordená que vaya en primera página y tomate franco hasta mañana.
(Revista Extra, 1967, de un perfil de Héctor Ricardo García)

Cuánto de fantasía y cuánto de realidad hay tras la figura del empresario periodístico Héctor Ricardo García, el creador del diario Crónica, será definido por quienes estudien la historia de los medios de comunicación en la Argentina. Si es por lo que los diarios y las revistas publican sobre El Gallego, sería un personaje más parecido a Superman que a Clark Kent, un periodista a quien “se confunde con un hombre de negocios” que ni siquiera toma nota de sus cuentas en una libreta de almacenero.
En el edificio del diario que inventó, en la esquina de Azopardo y la avenida Garay, una banda de patovicas golpeó a los trabajadores que estaban en asamblea el pasado mes de noviembre. Dos de ellos llevaron la peor parte: Ricardo Fioravanti y Pablo Pereyra fueron hospitalizados con graves lesiones. Tras el repudio generalizado y la denuncia del gremio de prensa -por la actuación de este “grupo de tareas” y los 72 despidos por el cierre de la edición vespertina- está la historia de un vaciamiento que contó con la complicidad de los poderes de turno y una novela amarilla y sensacionalista que instaló a Héctor Ricardo García como un “self-made man”, el hombre que comenzó como ordenanza y construyó un emporio periodístico que se desmorona.
Crónica nació como un vespertino heredero de la vieja Crítica, el diario de los Botana. Apareció un 29 de julio de 1963 con una quinta edición que buscó a los codazos un lugar entre La Razón, Noticias Gráficas, Correo de la Tarde, El Siglo y los despojos de la mencionada Crítica. García buscaba captar una porción del mercado que tenía cautiva con la revista Así, una publicación de corte popular que llegó a vender un millón y medio de ejemplares con sus tres ediciones semanales. La prensa gráfica estaba anquilosada y García le dio una impronta diferente: privilegió las noticias nacionales sobre las internacionales; el deporte y los policiales tuvieron un lugar en la primera plana, como también la política y los espectáculos. Un comienzo flojo que fue ocultado por el distribuidor que creía en el proyecto, tuvo un primer despegue cuando la intuición del Gallego privilegió la información del Caso Penjerek, una joven judía asesinada en Buenos Aires que elevó la venta a cincuenta mil ejemplares. Luego, un reportaje al ex presidente Juan Domingo Perón que apareció en pijama leyendo Crónica y el despegue definitivo con un concurso que organizaba Pepsi-Cola, empresa que publicitó el evento en todos los medios, salvo Crónica. García se tomó revancha y publicó “las respuestas del certamen refrescante que usted busca” y que obligó a una sexta edición donde apenas cambiaba los títulos.
Entre los cincuenta y un periodistas de la primera redacción estaban Joaquín Gianuzzi, Hugo Gambini y Julio Cesar Marini, entre otros. La Editorial Sarmiento crecía y la influencia de García era cada vez mayor, como su perfil de “empresario exitoso”, un imaginario que la revista Extra describía así: “1952, su sueldo: 4500 pesos. 1967, su capital: 4 millones de pesos.” No tenía límites: en agosto de 1965 editó Ultima Hora para competir consigo mismo y un mes después compró Radio Colonia, de Uruguay, la recordada emisora que se asocia a la voz y el estilo inconfundible de Ariel Delgado. Por esos días incursionó en la televisión a través de Canal 9, hasta que en 1970 compró el paquete accionario del Canal 11. Es decir que fue el primer empresario argentino con un multimedios. Aquel reportero gráfico inquieto que fundó Así es Boca junto a Manuel Giménez, Mario Ruzza y el pianista de tango Francisco Rotundo se convirtió en un poderoso hombre de negocios que vivía en Barrio Norte, conducía un Mercedez Benz 300 y tenía un avión privado. Dueño de un pensamiento pragmático y oportunista, estuvo dos veces en las Islas Malvinas, una junto a Dardo Cabo en 1966 durante el Operativo Condor y dos años después ya con un avión propio. “Qué vamos a seguir esperando para recuperarlas? ¿De qué sirvieron 150 años de discusiones y reclamos? Hay que invadirlas y listo”, afirmaba a mediados de los setenta. El tiempo pasó y los negocios crecieron: era dueño de las principales salas teatrales porteñas como el Astros, hasta que en la década del ochenta probó suerte con Canal 2 “un chiste que me salió doce millones de pesos”. También navegó por las tormentosas aguas de las disputas políticas con los gobiernos de turno, dictaduras militares o presidentes democráticos que le valieron cuatro clausuras de Crónica. Los productos de la Editorial Sarmiento generaban importantes beneficios que ascendían, en 1993, a casi doce millones de pesos mensuales, que en su mayor parte trasladó para la última gran creación de García, el canal de cable Crónica TV que nació en 1994.
En un reportaje que le hizo Jorge Fontevecchia en marzo pasado admitió que hacía siete años que no iba a la redacción porque estaba dedicado a la televisión, y adjudicó la crisis del diario a que “tiene un vagón de gente” y porque su yerno “me hizo unos quilombos en la empresa: echó gente por su cuenta, me puso jefe de compras, amigos de jugar al tenis que nunca habían visto un diario”, al tiempo que no asume ninguna responsabilidad: “Yo nunca administré una empresa mía. Nunca. Nunca firmé un cheque. Nunca hice un contrato. Nada”. El dueño de Editorial Perfil escribió que la deuda concursal y posconcursal “sería de alrededor de 65 millones de pesos, un tercio de los cuales serían deuda con la AFIP” (Administración Federal de Ingresos Públicos). Por esa causa el 27 de agosto de 2005 el juez en lo Penal Económico Jorge Brugo ordenó su captura por una deuda con el fisco de 14 millones de pesos en concepto de Impuesto al Valor Agregado y a las Ganancias. La evasión se habría llevado a cabo a través de dos empresas, Rop Pic SA y Servint SA. Aunque García está procesado por evasión impositiva, las entidades patronales ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas) y la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) se preocuparon por su situación de prisión domiciliaria, pero meses más tarde cuando dos periodistas fueron salvajemente golpeados en en edificio de la editorial no emitieron ninguna declaración.
Daniel Das Neves, secretario general de la UTPBA (Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires) explica que “el diario fue la base de operaciones que permitió potenciar a Crónica TV para ser la prioridad. Los conflictos son de hace tiempo, cuando en 2001 cayó la Gendarmería y echaron a muchos compañeros. Hay un empresario que durante mucho tiempo hizo negocios fenomenales, en algún momento tuvo dificultades o privilegió otros negocios, es decir que hubo una política para dejar caer al diario”. Das Neves pregunta por la actual situación de crisis: “¿quién se hace responsable, la víctima de esa política o el empresario? Ahora algunos quieren que nos comamos el verso que hay un genio del periodismo que no supo administrar un diario, pero cuando la levantaba en pala estaba estaba ahí. Cuando se quiere, García es un mito periodístico y un hombre exitoso en los negocios. Bueno, hacete cargo de las dos cosas. Lo del mito no lo quiero discutir, lo segundo se está yendo a la mierda”, resume con crudeza. Andrea Salmini, integrante de la Comisión Gremial Interna del matutino denuncia que “hubo un grado de complicidad con los gobiernos de turno porque ni siquiera presentaban las declaraciones juradas impositivas y hoy pretenden descargar la crisis sobre nosotros, cuando está documentado que hubo vaciamiento desde 1998”.
Hoy el diario que está “firme junto al pueblo” tiene sólo una edición, los periodistas no tienen sillas donde sentarse para trabajar mientras la empresa tendría nuevos administradores vinculados a la AFJP Forjar Salud, nombre de fantasía de la obra social de la Unión Obrera Metalúrgica, aunque este gremio deslinda todo tipo de vinculación con esta gestión y con las agresiones, que, curiosamente, no fueron repudiadas por Hugo Moyano, secretario general de la Confederación General del Trabajo. Mientras tanto los setenta y dos trabajadores despedidos con el cierre de la edición vespertina fueron reincorporados, aunque está pendiente el pedido de la UTPBA al Gobierno Nacional para que informe sobre quiénes son los verdaderos dueños de Crónica. La primicia ¿tendrá su placa roja de ¡¡¡Último Momento!!!?

Marcelo Massarino
Foto: Revista Extra (1967)

Publicado en Revista Sudestada, edición nº45.
Diciembre de 2005.

26 dic 2005

La novela de la vida


Hubo en Buenos Aires una narradora que con su propia vida construyó su obra. Desconocida para el gran público, Nira Etchenique se destacó en un género que perturba a más de un escritor: cuando la historia es uno mismo.

En la ciudad de Buenos Aires hubo una llamada Generación del ’60: poetas, escritores, letristas del tango y músicos que, recién hoy -cuarenta y cinco años después- es reinvidicada porque impuso en la cultura un tinte costumbrista, hasta ese momento patrimonio de los tangueros. En muchos casos se quiere limitar la influencia de esta Generación al ámbito político por su compromiso en aquellos días turbulentos con más autoritarismo que democracia. Tiempos de una efervescente situación internacional que movilizaba a la juventud. El propio Juan Gelman señala que reducirla a la poesía política es un “malentendido”, porque sus integrantes tenían “un desenfado que ayudó a que los poetas se liberaran de determinados moldes”. Como dice Carlos Patiño, una Generación que “escribía ‘como sentía’ de los temas que ‘sentía’, de la forma que ‘sentía’ y esto la galvaniza y legitima”. La lista de nombres incluye a Alejandra Pizarnik, el propio Gelman, Roberto Santoro, Olga Orozco, César Fernández Moreno y Lubrano Zas, entre otros, junto al movimiento de la Nueva Canción con Armando Tejada Gómez y Hamlet Lima Quintana. Todos bebían de las mismas fuentes: Nicolás Olivari, Macedonio Fernández, Mario Jorge de Lellis, Raúl González Tuñón, Luis Luchi, Humberto Costantini y los poetas del tango Evaristo Carriego, Cátulo Castillo, Julián Centeya, Homero Manzi y Nicolás Olivari. Eran los días del Instituto Di Tella y de las revistas literarias el Grillo de Papel, El Escarabajo de Oro y Hoy en la Cultura. En ese contexto, una mujer es considerada una de las mejores voces de aquella Generación: Nira Etchenique, valorada por sus colegas, aunque careció del reconocimiento popular. Escritora de ensayos, cuentos y novelas, también compuso letras de tango y ejerció el periodismo en diversas redacciones, como Aquí Nosotras y La Semana. Más tarde, forzada por la situación política, se refugió en los trabajos de corrección para editoriales.
Su nombre real fue Cilzanira Edith Etchenique y nació en el barrio de Flores un 26 de marzo de 1926. Tuvo cuatro hijos: Pablo, Claudio y Gabriela, junto a Montague Adelfang; luego a Sandra con Mario Jorge de Lellis. Falleció en el atardecer del sábado 6 de agosto de este año en su departamento del barrio de Congreso. Un artículo del historiador Roberto Selles, unas líneas en Clarín y un despacho de agencia dieron cuenta de su muerte víctima de cáncer. Poco antes recibió un homenaje por parte de la Secretaría de Educación del Gobierno porteño, que publicó una breve antología para distribuir entre estudiantes secundarios. Queda aún una novela inédita que su amiga, Lucía Laragione, está empeñada en publicar.
La Vasca Etchenique dejó una obra que si bien no es numerosa, alcanzó para que escritores como Andrés Rivera, Ricardo Piglia, Ana María Shua y Griselda Gambaro la consideraran una de las mejores escritoras contemporáneas, en especial por la ductilidad con que trabajó el género autobiográfico. Desde 1952 cuando publicó el libro de poemas Mi canto caído, su producción literaria incluye casi mil cuentos en revistas femeninas como Vosotras, algunos de los cuales firmó con seudónimo para eludir la censura de los militares que la condenaban por su compromiso político y sindical. La lista continúa con Esta tierra puesta en soledad; Horario corrido y sábado inglés, Faja de honor de la SADE; los ensayos Alfonsina Storni y Roberto Arlt; Diez y punto; Sur; Ultimo oficio; Tempestad es la palabra; las novelas Persona, premio Fundación Dupuytren, y Judith querida; Vox Populi, el cuento que da título al libro ganó el premio Ciudad de Barañain, Navarra, España, y la señalada antología de mayo de 2005 para estudiantes porteños.
En los años sesenta Nira frecuentaba los ámbitos culturales y la calle Corrientes era el lugar donde la bohemia porteña gestaba una explosión añorada aún hoy por algunos de sus protagonistas, pero desconocida para los jóvenes del siglo XXI que transitan esas mismas veredas y frecuentan los mismos bares. “Luchabamos y disfrutábamos de la vida. Eramos capaces de pelearnos por un poema, por una idea y amigarnos con un vaso de vino en una cantina”, recordaba. La ruptura de su pareja con Mario Jorge de Lellis inspiró Diez y Punto, una serie de poemas sobre “una historia de amor que, al mismo tiempo, es una despedida que sólo pudo haber sucedido en aquel Buenos Aires. Fueron escritos para alguien a quien amaba”, recordó en abril de este año durante un homenaje en La Manzana de las Luces. “Pregunto por la muerte y me pregunto/ por dónde te quitaron de mi sangre,/ quién fue, quién quiso, quién estuvo,/ comiéndote el amor con dientes grandes./ Ahora ya me callo, es el crepúsculo./ El sol se agarra a dios como a un ahogado”, escribió en el final de una relación con un De Lellis gravemente enfermo, quien murió un año después, el 14 de noviembre de 1966. En esas poesías y más allá de los personajes nunca mencionados pero reconocidos por todos, tenemos una pintura de la época, de sus valores y la presencia del tango como melancolía, el bar, el dolor y la rebelión que brota en cada verso: “No concedo perdón, quiero venganza./ Este libro es verdugo de mi misma./ Diez poemas de amor y de castigo/ y un suicido común que aquí nos mata”.
Con los textos de Diez y Punto grabó un disco musicalizado con el bandoneón de Rodolfo Mederos y producción de Manuel Matus. También participó de dos espectáculos donde mezclaba literatura y música: Como con bronca y junando, en 1968, con la participación de Nelly Prince, Mabel Manzotti y Carlos Barral y, en 1971, Tiempo de tango y tempestad, con la dirección de Marcela Sola. Amiga de Cátulo Castillo y Julián Centeya escribió los tangos De charco y jazmín, junto a Héctor Stamponi; Réquiem para Discépolo; De mi barrio, Flores; Chau viejo y Fue la ciudad, todos con Sebastián Britos, y Nelly de barrio, con Roberto Selles y Alfredo Lescano. Selles, historiador y miembro de la Academia del Tango, opina que “la poesía de Nira era de avanzada para el gusto popular, como sucedió con Horacio Ferrer y Juan Carlos La Madrid. Ahora, a la distancia, se puede entender mucho más”. Sus letras fueron cantados por Rosita Quintana, Fernanda Rusek, Alberto Vega y Daniel Loustau, entre otros.
La impronta autobiográfica que Nira Etchenique incorporó a su obra fue esencial. Ricardo Piglia la consideró “una escritora secreta y sutil”. Ante la aparición de Judith querida (Corregidor), señaló que “ha escrito otra novela admirable en la que vuelve a imaginar y a recordar su experiencia y su vida”, un libro que “está destinado a convertirse en un clásico –a la vez irónico y sentimental- de nuestra riquísima tradición autobiográfica”. Para Andrés Rivera se trata de una obra “de excepción. Conforta al lector y lo envuelve en una ternura como pocas veces encontré en la literatura”.
La novela Persona, que editó Sudamericana, está inspirada en la vida de su padre Ricardo. Nira recordaba que “una lectora sensible me llamó un día y me dijo ‘lloré mucho cuando leí tu libro’. Y yo le respondí ‘¿y vos qué crees que hice mientras lo escribía?’”. Decía que “la tristeza es un lugar de inspiración, un sentimiento creativo que no tiene nada que ver con la depresión ni con bajar los brazos, porque es un sentimiento que nos hace observar la realidad con una especie de receptividad que solamente la ‘carne viva’ puede recibir”. Profundizó la veta autobiográfica en Judith querida, una historia que tiene como eje su relación con una amiga, los recuerdos de su papá y su hermano y de sus esposos. También las imágenes de sus hijos: la muerte de Gabriela -la tercera- quien le dejó dos nietos a quienes crió y la obligada salida de la Argentina de Sandra, “quien ya sin padre –a los diecisiete años- partiría a un exilio definitivo perseguida por la sombra asesinada de sus compañeros de escuela, y sintiendo en los talones aquellos feroces tarascones con que la dictadura insistió hasta el momento mismo en que sus pies subían por la escalerilla de un avión melancólico y borroso”. También pone en palabras cómo su hija menor se enteró de la muerte de su padre: “En ese departamento escribí Ultimo oficio, a los cuarenta años, seis meses después de que Mario de Lellis muriera y yo, que era para ciertas cosas tan cobarde como hoy, comencé a mandarle cartas a Sandra firmándolas como papá, cartas que Gabriela le leía y en las que él le contaba sus viajes por mares azules entre vientos de esos que asustarían a nenas como ella. Entonces, yo escribía los versos de Ultimo oficio, y la hija de Mario se quedó paradita junto a mi escritorio y me miró llamándome con la mirada. Le bajaban por la cara unas lágrimas demasiado grandes para un cuerpo tan pequeño. Me dijo mi papá murió. No me lo preguntó, me lo dijo como si yo no lo supiera. Caía el domingo, estábamos solas, y desde el jardín venía una luz de verano agonizante. No llorés, suspiré. Y Sandra de Lellis, de la que siempre supimos que era maga, respondió: no soy yo la que llora, son mis ojos. En un perfecto endecasílabo. El mismo que remató definitivamente el más bello poema de mi libro.”
Siendo una joven militante del Partido Comunista pasó por el Asilo San Miguel “alojamiento exclusivo de prostitutas, al que Perón arrojaba a las intrépidas universitarias que nos inmolábamos en manifestaciones y pegatinas, cuando todo el estudiantado reaccionó ofendido como un pequeñoburgués toqueteado en las nalgas a la astutísima consigna de alpargatas sí libros no”, escribió en uno de sus libros. En 1962 viajó a Cuba junto a un grupo de intelectuales argentinos y en 1971 se integró al frente de intelectuales del Partido Socialista de los Trabajadores, que fundaron Nahuel Moreno y Carlos Coral, y fue editora responsable de La Yesca, una publicación financiada por el PST, agrupación que abandonó en 1978.
Cuando tenía 16 años entró al Instituto Pablo Pizurno, que estaba en la esquina de Bolivia y Gaona, para aprender taquigrafía. Allí conoció a su director, Atilio Ramaglia, y a sus profesores, quienes “vivian en la marginalidad intelectual a contramano de todo, con una honestidad fuera de uso y un idealismo que no servía para comprar comida. Tenían una pasión por el conocimiento que era como un incendio. Uno me llevó a ver Iván, el terrible; un vasco me enseñó canciones republicanas y hasta me convenció que Franco había matado a los indios ranqueles, mientras que otro me daba lecciones de francés. Y todos me hablaron de la justicia, de la libertad, del socialismo, de la poesía y del amor”.
En 1980 partió rumbo a Brasil junto a su pareja Horacio Paolo, a quien le faltaban unas materias para recibirse de médico. Vivió en Resende y otros pueblos del estado de Río de Janeiro. De aquella experiencia que terminó en 1988 surgió el cuento Vox Populi, “mi mejor obra”, donde el doctor que aparece en la ficción está inspirado en el propio Paolo. La escritora Ana María Shua expresó respecto de este último relato: “lo leí con placer, con admiración y con asombro. Y me pregunto ¿por qué ese libro extraordinario no había logrando la difusión que merecía? ¿Dónde estaban las críticas, los comentarios que debieron celebrarlo?”. Shua considera que la cuentística de Etchenique la emparenta con Juan Carlos Onetti y Andrés Rivera por la profundidad y el desagarro con que enfrenta la condición humana. Pero lejos del juego de repeticiones, su prosa tiene una música propia, única, personal, digna de la gran poeta que fue.”
A pedido de la familia utilizó su máquina de escribir para grabar el sonido de las teclas que quedó registrado, junto a su voz, en una producción multimedia de Diez y Punto que editó Baires Popular, gracias al trabajo de Amilcar Romero, quien en la despedida final escribió sobre Nira: “Ya gozó de la suficiente cuota de marginación y silencio. La sociedad argentina se tendría que dar por enterada y ponerse de luto por tener que dar de baja a una gran intelectual y a una ciudadana sin par, sin obra social, sin jubilación y premiada con trabajo en negro de toda laya.”
Vivió la vida con la pasión que le impuso una Generación que “peleaba y resistía contra casi todo”. También con una sensibilidad que le permitía atrapar recuerdos y convertirlos en palabras cálidas y emotivas aun en los momentos más difíciles. Pocos meses antes del final, en pleno combate contra el cáncer, contó que a pesar de todo era la misma de siempre: “yo no cambié nada, todavía en los crepúsculos de los domingos, suelo llorar.”

Marcelo Massarino

Publicado en Revista Sudestada, edicion nº44, noviembre de 2005.

25 dic 2005

Nira y el patio de la infancia


Por Griselda Gambaro*
No conocí personalmente a Nira Etchenique, aunque algunas veces nos hablamos por teléfono. La última vez me llamó ella para agradecerme un comentario que yo había formulado en una nota sobre Judith Querida, comparando lo imposible que había sido para mí usar la primera persona en El mar que nos trajo, una historia autobiográfica, cuando ella lo había hecho con tanta justeza en esa novela, y antes en Persona, del `79, donde el personaje del padre la obligó, como dijo, “a inclinarse sobre el patio de la infancia”. Pero un patio nunca habitado por la presencia inoportuna o excesiva del “yo”, la autoreferencia banal, patio abierto a su experiencia de vida y a la circunstancia de la época con una actitud y un manejo del lenguaje que nos lleva a compartirla.
Nira Etchenique tenía una voz sensible, una escritura sin estridencias. Quizás por eso no alcanzó el mal entendido de la popularidad, lo que llamamos una masa considerable de lectores. Autora de pocos libros, el último Vox Populi, un magnifico volumen de cuentos donde recorría otros temas, otros lugares. No necesito más, sin embargo, para imponerse en el camino secreto de la literatura como una de sus voces más valiosas.
* Dramaturga y escritora argentina.
Publicado en Revista Sudestada, edición nº 44, Buenos Aires, Argentina.

24 dic 2005

Fue la ciudad


La noche, puro adiós, la soledad,
la ruina de un amor que se perdió,
un frío que hace mal,
un llanto que acabó
y la sonrisa idiota del alcohol.
Aquí tu voz, tu voz que ya no está,
¿por qué, por qué tu nombre terminó?,
y la brutal condena de saber,
que entre mis manos se hace gris,
la gota de café que derramó
tu mano cuando quiso acariciar,
la forma ya gastada de mi amor.

Fue la ciudad, fue la ciudad,
que devoró con dientes, lengua, piel,
tu corazón, mi corazón.
En este Buenos Aires que nos dio
el hambre y el dolor,
no hay sitio para amar,
no hay un rincón con luz,
basura, polvo, verso, todo está,
muriendo sin llorar,
pudriendo su rencor.
Fue la ciudad,
mira, cree, sabe
¡Fue la ciudad!


Letra de Nira Etchenique y música de Sebastián Britos.

10 dic 2005

Noche de tango


El tango como género popular lucha por volver a ocupar su espacio. Uno de esos lugares se encuentra en Almagro. El cantante, el guitarrista y el público hacen el espectáculo.

Ya es madrugada. El boliche de Roberto está repleto. Las seis mesas y el mostrador están ocupados por decenas de jóvenes y algún viejo parroquiano trasnochado que aún no se enteró que él y su ginebra con soda son los extraños en esa fauna de muchachos rockeros con piercing, que prefieren el Michel Torino tinto de 5 pesos. A las dos de la madrugada, aunque el humo es espeso y cueste respirar, desde el fondo del bar aparecen los cantores Osvaldo y Agustín para ocupar el lugar de siempre donde arremeten con la cátedra tanguera y el decálogo del bar que es Cafetín de Buenos Aires: “De chiquilín te miraba de afuera/ como esas cosas que nunca se alcanzan...” A esta altura de la noche el alumnado está inquieto y con varias copas encima. "Cantar acá es todo un laburo, lo hacemos sin micrófono, con mucho 'pucho' en el aire. A veces los jóvenes se ponen a conversar, están entretenidos y el murmullo perjudica un poco pero siempre nos la rebuscamos", aseguran.
El cantor, Osvaldo Peredo -camisa fucsia, chaleco negro y vaso con caña- sostiene la nota con la experiencia que solo tiene un cantor de boliche. La mano derecha extendida corta la humareda del ambiente y pareciera decir a quienes todavía están en otra: "¡Viejo, acá estoy !". Como si estuviera en otra cosa Agustín Ortega impone respeto con su guitarra que sostiene sobre la pierna derecha elevada por un cajón de cerveza. Poco a poco el tango se adueña de la atmósfera y el dúo acapara la atención de todos. El público, en su mayoría jóvenes, poco y nada tiene que ver con los bolicheros de ayer. "De aquellos años al presente el boliche cambió mucho. Antes venía gente mayor, nos presentábamos más temprano. En cambio, ahora estos muchachos van marcando la hora, el momento justo para que nos presentemos", explica el Ortega.
Hace casi diez años que Osvaldo y Agustín recrean en sus tangos el Almagro guapo y pendenciero que todavía es leyenda en el imaginario popular. "Yo llegué al bar acompañando a un fueye y resulta que un día se fue al barrio de La Boca con otros músicos. En ese tiempo Osvaldo cantaba con Roberto Medina, el hijo del autor de Pucherito de gallina, Bronca y otros tangos. Entonces me decidí a juntarme con ellos y comenzamos a tocar juntos los fines de semana", recuerda Agustín. "Y el primer tango que cantamos fue Como dos extraños, el mismo que nos piden todas las noches", comenta con emoción Peredo: “Y ahora que estoy frente a ti/ parecemos, ya ves, dos extraños.../ Lección que por fin aprendí:/ ¡como cambian las cosas los años!/ Angustia de saber muertas ya/ la ilusión y la fe... /Perdón si me ves lagrimear/¡Los recuerdos me han hecho mal!”
Los dos llegaron al tango por caminos diferentes. Osvaldo Peredo, 73 años, de Boedo, de joven estudió canto e integró una orquesta del barrio: "Hacíamos un estilo muy parecido al de (Osvaldo) Pugliese y cantaba casi todo su repertorio como por ejemplo Ventanita de arrabal, La podrida, La vieja serenata y Puente Alsina. En esa época el fútbol y el tango eran mis dos pasiones. Después de jugar en la tercera de San Lorenzo, en 1953 viajé a Colombia, pero fue debut y despedida porque jugué un solo partido en el Sporting de Barranquilla. Ahí me largué a cantar. Anduve por Bogotá, Cali y Manizales, también por Caracas donde canté boleros para la televisión venezolana. Volví a Buenos Aires en el año '60 y anduve remando de un lado para el otro: estuve en El rincón de los artistas junto a los mejores de la época como Alberto Morán y Roberto Goyeneche. Así anduve tirando". Por otro lado, Agustín Ortega, cordobés, de 53 años, cuenta su origen humilde y los recuerdos de la infancia: "Nos juntábamos con mi madre para escuchar el Glostora Tango Club por Radio El Mundo. Yo nunca estudié música ni nada. Soy un luchador que vengo de muy abajo. Tal es así que vivo en la villa Ciudad Oculta, en Mataderos. Fui lustrabotas y foguista de calderas. Cuando hace 10 años me echaron y me quedé sin trabajo tenía que hacer algo para darle de comer a mis pibes. Me daba mañas con la guitarra y el tango me hizo una seña pero ¡ojo! que también fue por hambre". Agustín es una de las tantas víctimas del desempleo que produjo la ola privatizadora de los `90. Cuando muchos eligieron la alternativa del remis o el maxiquiosco, él optó por "pucherear" con la música y gozar hoy de un prestigio underground que le permite vivir con dignidad. Después de cada actuación, mientras Osvaldo recita, Agustín recorre las mesas y pasa la gorra.
Aunque de orígenes dispares a ambos los une la admiración por Carlos Gardel, El Marciano, como les gusta llamar al Zorzal Criollo. Así como El Mudo le cantó a Leguisamo, Agustín define con una metáfora burrera por qué aún es el más grande: "Cada año que pasa Gardel saca más vueltas. Antes ganaba por un circuito y ahora lo hace por tres o más. Uno lo escucha y se da cuenta que es un extraterrestre. De todas formas hay humanos que tienen lo suyo como Aníbal Troilo, el maestro Pugliese, Miguel Calo y Carlos Di Sarli entre otros".
Tanto Osvaldo como Agustín nunca formaron parte del llamado Tango For Export ni de la trouppe de Grandes Valores del Tango pero, vaya paradoja, hoy son una atracción para los turistas que visitan el barrio de Almagro y son referentes para los jóvenes tangueros.
El bar 12 de Octubre o Lo de Roberto ubicado en la calle Bulnes al 300, es un pedazo de la Ciudad de Buenos Aires detenido en el tiempo que tiene más de cien años de vida. Desde la fachada del lugar nos recibe la sonrisa de Carlos Gardel y la leyenda "Despacho de bebidas". Detrás del mostrador Roberto Pérez y su hijo Esteban atienden al público que se acoda en la barra de madera, mientras tanto, desde unos parlantes enfrentados suenan Willy Crook y alguna que otra formación tanguera del momento. Completan la escena una vieja heladera, botellas de licor Clinton y cognac Tres Plumas cubiertas de un polvillo de años, un retrato de Domingo Faustino Sarmiento, poemas de un ignoto Daniel Garibaldi, un mapa de la "Esperanza Argentina", un cartel de "Prohibido escupir en el piso" y el toque de modernidad que le da una pequeña biblioteca.
Muchos creían que el tango estaba muerto, pero con la llegada del nuevo milenio resurgió de la mano de las nuevas tendencias, que lo tomaron como propio y tratan de reformularlo desde lo instrumental, aunque su mística permanece intacta con personajes como Osvaldo y Agustín. Ellos vivieron las idas y vueltas de la canción ciudadana: "Hoy el tango volvió a ser local porque, lamentablemente, durante mucho tiempo fue extranjero. Llegabas y decías la palabra tango y te miraban con desprecio", asegura Peredo con la firmeza de quien se siente un porteño de ley y agrega: "hace unos años no veías un bandoneón por la calle y ahora ves a varios pibes con el fueye en andas. La verdad es que no sé por qué sucede, será porque el tango es difícil de contener. Los pibes a veces me sorprenden porque piden cada tango que nunca me hubiese imaginado, y si vamos a la lógica son temas que tienen cuarenta años y que jamás habrán escuchado en vivo".
El dúo Peredo-Ortega existe junto a la magia del bar 12 de Octubre, ese es el lugar en el mundo para que su música tenga sentido. Ese sentido que mezcla el arrabal, el amor, el desengaño, el barrio, la lealtad y los amigos, con el lenguaje y la expresión que los verdaderos cantores populares llevan en la sangre y se empeñan tozudamente en transmitir a las nuevas generaciones. Ellos reivindican lo más puro de los jóvenes de ayer y les juran a los pibes de hoy que “el café es lo único en la vida que se pareció a mi vieja...”

Walter Marini y Marcelo Massarino
Fotos: Florencia Gómez Bidondo

Publicado en revista Sudestada.
Año IV. Nº 30. Julio 2004.

5 dic 2005

Sed de mal


En una novela policial el autor engaña una y otra vez al lector con datos ciertos hasta develar quién es el asesino. Hay una ética del engaño que recorre el relato donde el narrador, protagonista o no de la trama, pone en claro las reglas del juego a su competidor inmediato. Con la resolución del enigma al final de la madrugada, el lector podrá saborear un cigarrillo con la satisfacción del deber cumplido y la tranquilidad que nunca caerá en la desgracia planificada por el escritor de turno. El miedo y la angustia que le hizo vivir el texto no está en la realidad de todos los días: permanecen en estado latente en un estante de la biblioteca hasta que aparezca la próxima víctima. Tranquilo, mira por la ventana sin temor porque los protagonistas de la historia están atrapados entre de dos tapas prisioneros del papel.
También hay historias de asesinos que están grabadas en la memoria del pueblo. Historias que el periodismo escribió en su primera versión y que la gente recreó desde la tradición oral, luego los escritores dieron testimonio desde los más diversos lugares: el género policial, la ficción y la “no ficción”, curiosa forma de referirse a la realidad por la negativa del simulacro: si no la nombramos sacamos el pasaporte para utilizar nombres y apellidos, lugares y fechas sin el lastre del estatuto de la verdad, para navegar por las tranquilas aguas de la verosimilitud con un discurso convincente que cambie algunas cosas para no cambiar nada. Así, aunque la víctima haya muerto de una sola bala, bien podemos vaciarle un cargador en la cabeza o describir cómo se apaga la luz de la mirada del caído en desgracia para regocijo del asesino, del lector y por qué no del autor y el editor (cuando se trata de vender nunca esta de más un bonus track de sangre y sadismo).
Hay dos personajes de la crónica policial tratados por los periodistas del diario La Opinión Osvaldo Soriano y María Moreno, en la década del setenta: Carlos Eduardo Robledo Puch, un asesino serial que entre mayo de 1971 y febrero de 1972 cometió 11 asesinatos, participó en tres violaciones y por lo menos 30 robos; y Cayetano Santos Godino, “El Petiso Orejudo”, apresado en 1912 después de asesinar a varios niños a los que ahorcaba con un piolín que usaba de cinturón o los quemaba.
La nota sobre Robledo Puch salió en el suplemento cultural del matutino que fundó Jacobo Timerman “con la reconstrucción de los hechos según todos los testimonios existentes hasta entonces”, según apuntó Soriano en su libro Artistas, locos y criminales. Distinta suerte tuvo Moreno porque cuando intentó tratar el tema del Petiso en la sección Vida Moderna del diario “en clave de investigación e historia de vida” su artículo fue rechazado por “subversivo”, recordó la escritora. Después de un segundo intento fallido en forma de libro llamado Santo llegó a la versión final de la historia con El Petiso Orejudo, un título de la colección Memoria del Crimen que editó Planeta en 1994.
“¿Qué culpa tengo yo si no puedo sujetarme?”, se preguntó Santos Godino frente al médico del hospital psiquiátrico donde estuvo internado antes de ir a prisión. “A Godino se lo convirtió en el arquetipo del loco inmigrante cuya sangre se pudre al compás de la degeneración de la especie”, escribió María Moreno en un artículo sobre la “cocina” de su obra. No sólo describe los crímenes de “El Oreja” sino que indaga en el interior del criminal, tal vez en la búsqueda de una respuesta.
“No podía dejarlo sufrir. Era mi amigo” fue frase de circunstancia que dijo Robledo Puch cuando contó el asesinato de su cómplice Héctor Somoza, a quien después le quemó la cara y las manos con un soplete para borrar las huellas. “Al matar a Somoza, Robledo se ha aniquilado a sí mismo. Unas horas más tarde, la policía lo arresta frente a su casa”, revela Soriano en el primer párrafo de su nota y da un dato revelador: la Bestia humana, la Fiera humana, el Muñeco maldito, El verdugo de los serenos, El Unisex, El gato rojo, El tuerca maldito, Carita de Angel, El Chacal, tiene sentimientos. Pero el periodista esconde aún el por qué fue descubierto. Ahí comienza la historia que concluye con un mensaje moralizador: “Robledo Puch desnuda la apetencia arribista de algunos jóvenes cuyos únicos valores son los símbolos del éxito: ´Un joven de 20 años no puede vivir sin plata y sin coche´, ha dicho el acusado. El tuvo lo que buscaba: dinero, autos, vértigo, para ello tuvo que matar una y otra vez, entrar en un torbellino que lo envolvió hasta devorarlo. Cuando mató al primer hombre, Robledo Puch ya se había aniquilado a sí mismo.”
Hay una seducción que ejercen estos personajes para que periodistas y escritores busquen una óptica que se aparte de la crónica amarilla y sangrienta. Ellos necesitan una buena historia con información veraz para contarla desde la literatura con la pretensión de desentrañar cómo estos hombres se inventaron a si mismos y a una “no ficción” que tuvo lugares, fechas, horas con cadáveres en la morgue y policías obsesionados por las pesquisas. El escritor sostiene el relato de la ficción desde el dato cierto para inventar un tiempo que vincule pasado y presente, un estadio donde es víctima y victimario; asesino y policía; juez y parte de un caso con final cerrado (todos sabemos como termina: los malos nunca ganan) aunque es él quien elige las palabras exactas que conducen a la solución de un enigma que se aleja de la novela policial clásica: porque la sangre es lo único que calma la sed del asesino.


Marcelo Massarino

Publicado en la revista Séptimo Día.
Año II. Nº 5. Diciembre de 2000.

3 dic 2005

"Por Perón y por la Patria". Un análisis del discurso peronista y deporte (1946-1955)

Los discursos de Juan Domingo Perón cuando ejerció la presidencia de la Argentina entre 1946 y 1955, nos permite analizar cuál fue el lugar que ocupó el deporte en la "Nueva Argentina" peronista: un país donde los deportistas debían aportar su cuota de trabajo y sacrificio por la Nación y la Patria, ofrendando la vida si era necesario, y sus marcas eran comparadas con los récords de producción que lograban los obreros en las fábricas argentinas. Por otra parte, también nos permite ubicar a la palabra de Perón en un lugar que excedía el marco institucional del cargo que ocupaba como presidente de la Nación, pues encarnaba a varios colectivos que no tenían voz.

Presentado en las Primeras Jornadas de Investigadores dedicados a los Estudios Sociales y Culturales del Deporte, organizadas por el Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte, SEUBE - Facultad de Filosofía y Letras (UBA), abril de 2001.

El gobierno justicialista en sus dos primeros mandatos constitucionales, ubicó al deporte en un lugar predominante de su gestión a partir de varios aspectos: incorporó a la actividad a miles de jóvenes; fomentó la creación y desarrollo de instituciones deportivas; organizó competiciones nacionales e internacionales, como los Torneos Juveniles Evita y los Iº Juegos Panamericanos e impulsó y subsidió la participación de deportistas argentinos en el exterior. Esta política era ejecutada desde organismos estatales y entidades controladas por el oficialismo, como la Fundación Eva Perón y la Confederación Argentina de Deportes, entre otras.

"Mientras yo esté en el gobierno he de auspiciar cualquiera de nuestras representaciones, porque sé bien del beneficio inmenso que ellas reportan al país cuando son desempeñadas como corresponde"(1), decía el ex presidente cuando despidió a la delegación que participó de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948. Conocedor de la importancia de los triunfos deportivos para fortalecer la política interna y sostener el imaginario de una Argentina que aspiraba a un liderazgo continental, financió la llegada a Europa de los automovilistas Juan Manuel Fangio y José Froilán González y fomentó la competición internacional de los representantes nacionales en los eventos más importantes. Los resultados eran interpretados desde una perspectiva global y traducidos como un indicador más de la situación económica y social del país: "La Argentina se dirige con paso firme hacia la plenitud de su destino. En el campo de la política nacional e internacional, en el terreno científico, en el desempeño industrial ocupamos un lugar cada vez más destacado en el concierto mundial. Es lógico que esa favorable situación haya tenido un brillante reflejo en el triunfo deportivo de que hoy nos congratulamos"(2). El triunfo deportivo era un patrimonio nacional y Perón no perdía ocasión de recibir en la Casa Rosada a los deportistas más destacados. Cuando Fangio pasó por el país en medio de una exitosa campaña en Europa cumplió con el rito obligado para todo argentino exitoso en el extranjero. En esa ocasión, el primer mandatario destacó el desempeño del piloto balcarceño y de la delegación argentina, que competía gracias a los fondos que destinaba su gobierno, cuando dijo que ellos eran "portadores de los honores que conquistaron para nuestra bandera" ya que con sus perfomance dejaron el nombre de la Argentina "honrado y enaltecido". (3)

Así, el deporte sirve para ser mirado como factor de diferenciación ante los demás, desde donde se producen imaginarios, símbolos y héroes. En este sentido, Eduardo Archetti sostiene: "El deporte pasa a ser así un espejo en donde verse y ser visto al mismo tiempo. Estar entre los primeros importará pero, paralelamente, aparecer como el representante de 'algo diferente' será un importante factor de desigualdad. La globalización temprana del deporte no debe verse como un proceso necesario de homogeneización, sino como un espacio en donde producir imaginarios, símbolos y héroes que establezcan discontinuidades. Las reglas universales y las prácticas son uniformes pero los resultados impulsan no solo las diferencias sino a pensarlas como tales". Para Archetti, Fangio no sólo competía en su carácter de deportista sino que fue "el símbolo de una nación... La Argentina había encontrado un héroe que no solo expresaba ideales de movilidad social, igualdad de oportunidades e integración social, sino que era, además, capaz de vencer a los mejores pilotos europeos en las carreras de pista". (Archetti 2001: 88, 89).

Nosotros, la Patria
¿Cuál era la posición desde la cual hablaba Juan Domingo Perón? ¿En nombre de quiénes lo hacía? La respuesta tiene dos aspectos: por un lado, su figura excedía el rol institucional que tenía como titular del Poder Ejecutivo Nacional y, al mismo tiempo, era la voz de varios colectivos. Como explican Eliseo Verón y Silvia Sigal, "Perón se sitúa en el mismo plano que los colectivos singulares" como los soldados/Ejército; trabajadores/Pueblo; argentinos/Patria. "Como éstos, posee un colectivo plural que le corresponde: los peronistas. La diferencia (fundamental) entre Perón y los otros colectivos es, por supuesto, que estos últimos son mudos: Perón es el único colectivo singular que habla, y por eso mismo es capaz de 'expresar' los otros colectivos. Afirmar que en la palabra de Perón se expresa la verdad misma de lo real, es lo mismo que decir que por su boca habla la Patria y se expresa el Pueblo. Es por esta razón que un anti-peronista es, automáticamente, un anti-argentino y un anti-pueblo." (Sigal y Verón 1986: 74).

La Argentina participaba del proceso mundial posterior a la Segunda Guerra consolidando un mercado interno y forjando una identidad nacional que le diera una presencia en el concierto internacional de las naciones desarrolladas. Como parte de ese período, fronteras adentro, el discurso peronista se articulaba a partir de un colectivo, un "nosotros" con una identidad "nacional y popular". El nuevo bloque hegemónico peronista tenía que diferenciarse del sistema anterior que habían dominado la "oligarquía" y el "capital transnacional". Guillermo O'Donnell considera que por esos años "el Estado apareció como un Estado nacional y popular. Esto se relacionó con que los discursos políticos, desde el gobierno y/o desde importantes partidos y movimientos, se dirigieran a quienes hasta entonces habían sido vistos, desde el Estado y las clases dominantes, como masas silentes sujetas a ocasionales explosiones. Ahora se los interpelaba y se reconocían como pueblo que, además de experimentar mejoras en su situación material, era invitado a la celebración de lo nacional en las decisiones y ceremonias que simbolizaban la derrota de adversario: la oligarquía y el capital transnacional" (O`Donnell 1982: 25).

En ese marco, el Estado aparecía como un "tercero externo a las relaciones sociales fundamentales... a pesar que es constitutivamente parte de dichas relaciones... Esa apariencia de externalidad sustenta la posibilidad del Estado de constituirse en organizador de la sociedad capitalista o, lo que es equivalente, en organizador de la dominación de la burguesía. Es sobre esta base que el aparato estatal se proclama -y suele ser habitualmente creído- custodio agente del interés general." (O`Donnell 1982: 17).

Como secretario de Trabajo y luego como presidente de la Nación, Juan Domingo Perón buscó permanentemente vínculos con la clase obrera: como impulsor de la actividad sindical aliada a las políticas del Estado y otorgando participación política al nuevo sujeto que emergía en la vida argentina, con las migraciones internas y el desarrollo de la burguesía nacional. El consenso político de la época tenía sustento en la coincidencia entre necesidades y políticas de Estado, como el fomento y la práctica deportiva de vastos sectores de la población.

El peronismo motorizaba la dinámica de una sociedad en constante transformación mediante políticas activas en diversos ámbitos: derechos políticos y sociales, educación y trabajo, entre otras. Los objetivos se enlazaban con una proclamada "doctrina justicialista" que ponía énfasis en dos conceptos claves: la Patria y la Nación. La primera fue vinculada con la familia, los símbolos y el Estado. La segunda con la defensa de un interés general indiferenciado que conformara una identidad "nacional y popular", un "nosotros" que diferenciaba a los argentinos frente a otras nacionalidades, pero además ante el adversario interno, la oligarquía.

Deporte, moral y política
El deporte fue uno de los lugares desde donde Juan Domingo Perón construyó su movimiento político, social y económico que nació el 17 de octubre de 1945. En consonancia, su discurso fue producido en las más diversas situaciones: desde la inauguración de obras, competiciones y programas, hasta el agasajo a deportistas que adherían a su política de gobierno.

En 1948, el justicialismo impulsó la creación de una red de clubes escolares de la mano del ministro Oscar Ivanissevich. 4 En ocasión de la inauguración del primer club-escuela en el barrio porteño de Villa Lugano, Perón hizo uso de la palabra y señaló que "la lucha entre hermanos" desaparecía "prodigando el bien sin mirar a quién" con "un solo objetivo: hacer de este país una gran familia sin divisiones". Uno de los ámbitos para lograrlo, decía, era el club-escuela: "la continuación social de la familia que une a la escuela a la institución celular y básica del Estado" que "tiene una construcción simple, pero basada en el amor" (ídem 1).

Tres años más tarde, en 1951, el presidente Perón recibió en la Casa de Gobierno a los corredores de Turismo Carretera Oscar y Juan Gálvez, que habían competido en el Gran Premio de la República. Allí expresó que el esfuerzo que hicieron era por "una causa noble, como es la causa de la Patria, para lo cual todos soñamos con un mismo destino: esa Argentina que queremos especialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana... Siempre he pensado en un pueblo de deportistas, porque cuando se tiene un pueblo de hombres deportistas, se tiene un pueblo de hombres nobles y hombres buenos y de hombres de profundo sentido moral de la vida, y esos son los únicos valores que hacen nobles a los hombres y grandes a los pueblos."(5)

La conciencia nacional y la entrega total por la patria era una de las premisas en el discurso peronista. Para Perón la práctica del deporte otorgaba "un alma pura, un espíritu invencible, que es lo más puro que el espíritu de un hombre puede ofrendar a la Patria." (6) Y si es necesario, por ella "debemos luchar, vencer y si es preciso morir", sentenció el entonces presidente cuando recibió a los pilotos que habían participado del Gran Premio Buenos Aires-Caracas, con vuelta desde Lima. A ellos los puso como ejemplo de entrega y sacrificio: "La prueba esta jalonada por todos los que han muerto durante su desarrollo, y eso es lo que los pueblos necesitan; superar eso, que es la suprema prueba de la vida: la muerte. Y cuando los hombres emprenden una acción decididos aun a morir, están conformando el espíritu en que se nutren las naciones y los pueblos y sin el cual estos no pasan de ser una colmena oscura de hombres que luchan por subsistir pero no por superarse." (7).

Es importante destacar que aunque en el caso del automovilismo el éxito deportivo pertenece a cada piloto, para Perón era "un triunfo de la Argentina. Esto es lo que merece destacarse. En todas las actividades, como en la vida misma, los hombres pasan y la Nación permanece. Ella es lo que importa y a ella deben ir dedicados nuestros afanes y nuestros desvelos" (ídem 2). Así como las victorias pertenecen al colectivo de "los argentinos", Perón consideraba que, como en los deportes por equipos, el triunfo es de todos y ese era el espíritu que debía tener la tarea de construcción de la "Nueva Argentina". Decía que, por herencia, los argentinos "somos excesivamente individualistas" y que las constituciones y las leyes de los pueblos latinos "olvidaron, en gran parte, el poder del conjunto, para dedicar su mayor atención al poder de los individuos... Yo estoy luchando por cambiar en nuestro país ese espíritu individualista, porque creo que es un complejo de inferioridad. Una de las verdades más grandes del hombre moderno es renunciar a su yo, para compartir ese yo con los demás, y esa escuela es la que nos llevará al triunfo... (reemplazando al individualismo) por la idea colectivista, que lleva a todos a trabajar por todos, y no a cada uno a trabajar para si mismo." (ídem 7)

Es singular que con el justicialismo en el poder las victorias más resonantes del deporte argentino fueron en disciplinas de carácter individual: los títulos de Juan Manuel Fangio en la Fórmula Uno; la medalla de oro de Delfo Cabrera en los Juegos Olímpicos de Londres y la corona mundial de boxeo que conquistó Pascual Pérez son algunos ejemplos. Al mismo tiempo solamente deportes colectivos como el polo y el básquetbol conquistaban en Buenos Aires sendos títulos mundiales en 1949 y 1951, respectivamente.

Producir un record
La actividad productiva y el deporte eran para Perón dos elementos indispensables para alcanzar la proclamada "Nueva Argentina" y que relacionaba mediante la significación que tenían los índices de productividad industrial y las marcas que lograban los deportistas. También las inauguraciones de obras públicas que formaban parte de la infraestructura recreativa y deportiva eran un buen motivo para que el Presidente insistiera sobre el tema. El 14 de julio de 1949 fue inaugurada la Ciudad Infantil "Amanda Allen" en el barrio porteño de Belgrano. Al lugar, una pequeña ciudad de cuatro manzanas, concurrían los niños que participaban de los Campeonatos Evita, organizados por la Fundación Eva Perón. El primer mandatario "elogió a los obreros que levantaron la Ciudad Infantil en tiempo record: 5 meses y 20 días. Dos de ellos, Domingo Henríquez y Santiago Bota (los que más horas de trabajo contabilizaron), izaron la bandera, y un tercero, Alfredo Cortina, entregó simbólicamente la obra a su dueña: la Fundación, que a su vez, la puso en manos del flamante Instituto de Orientación Educativa para la Niñez. 'Hemos cumplido -dijo Cortina-, con la frase de nuestro líder: Producir, producir y producir'". (Primera Plana 1966, 196: 37)

El desempeño de trabajadores y deportistas fue comparado por Perón en 1951, cuando entregó a dos obreros sendas medallas por batir record de trabajo y producción, que "como prueba, tiene el mismo alcance que una prueba deportiva cualquiera, pero como significado para el trabajo de la República, es de un alcance inestimable... Si cada uno de los argentinos, en nuestro trabajo somos capaces de marcar un récord de honradez, de contracción y de buena voluntad, nuestra patria marcará a su vez un récord entre todas las patrias del mundo." (8)

Marcelo Massarino
Buenos Aires, Febrero de 2002.

Publicado en: http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 46 - Marzo de 2002
http://www.efdeportes.com/efd46/peron.htm

Notas
1. PERON, Juan D. "Discurso del general Perón en la inauguración del club-escuela de Villa Lugano", 16 de junio 1948.
2. PERON, Juan D. "Mensaje del presidente de la República con motivo de la disputa de la prueba automovilística Gran Premio de la América del Sud", 9 de noviembre 1948.
3. PERON, Juan D. "Palabras pronunciadas por el presidente de la Nación, general Perón, durante la visita de Juan M. Fangio", 6 de octubre 1950.
4. La experiencia de los clubes escolares fracasó porque no pudieron competir con los clubes instalados y fueron suprimidos en 1950 por el ministro Armando Méndez de San Martín, según explica Mariano Plotkin en "Mañana es San Perón".
5. PERON, Juan D. "Discurso del general Perón al recibir a los hermanos Gálvez en el Salón Blanco", 2 de agosto1951.
6. PERON, Juan D. "Discurso pronunciado por el Presidente de la Nación en el acto de la Asociación de ex-Olímpicos Argentinos", 5 de julio 1949.
7. PERON, Juan D. "Discurso del Presidente de la Nación ante los corredores que participaron del Gran Premio América del Sud", 13 de noviembre 1948.
8. PERON, Juan D. "Discurso del general Perón en el acto de entrega de premios a dos obreros que batieron el record de trabajo y producción", 26 de abril 1951.

Bibliografía
ARCHETTI, Eduardo P. (1995) "Estilos y virtudes masculinas en El Gráfico: La creación del imaginario del fútbol argentino", Desarrollo Económico, vol. 35, núm. 139: 419-42.
ARCHETTI, Eduardo P. (2001) El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
DI GIANO, Roberto (1999) "Peronismo y fútbol. El triunfo sobre Inglaterra en 1953", Revista digital Lecturas: Educación física y deportes, www.efdeportes.com, año 4 nro. 17, Buenos Aires.
HOROWICZ, Alejandro (1985) Los cuatro peronismos, Buenos Aires, Legasa.
O'DONNELL, Guillermo (1982) 1966-1973. El Estado burocrático autoritario. Triunfos, derrotas y crisis, Buenos Aires, Editorial de Belgrano.
PERON, Juan D. Discursos. Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, Dirección General de Prensa. Comisión Bicameral de Homenaje Bibliográfico al Tte. Gral. Juan D. Perón.
PLOTKIN, Mariano (1998) Mañana es San Perón, Buenos Aires, Ariel/Historia Argentina.
REIN, Raanan, (1998) Peronismo, populismo y política argentina: 1943-1955, Buenos Aires, Editorial de Belgrano.
RODRIGUEZ, María Graciela, (1997) "El deporte como política de Estado (Período 1945-1955)", Revista digital Lecturas: Educación física y deportes, www.efdeportes.com año 2 nro. 4, Buenos Aires.
SIGAL, Silvia y VERON, Eliseo (1986) Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Buenos Aires, Legasa.

'Por Perón y por la Patria'. Un análisis del discurso peronista y deporte (1946-1955)

Los discursos de Juan Domingo Perón cuando ejerció la presidencia de la Argentina entre 1946 y 1955, nos permite analizar cuál fue el lugar que ocupó el deporte en la "Nueva Argentina" peronista: un país donde los deportistas debían aportar su cuota de trabajo y sacrificio por la Nación y la Patria, ofrendando la vida si era necesario, y sus marcas eran comparadas con los récords de producción que lograban los obreros en las fábricas argentinas. Por otra parte, también nos permite ubicar a la palabra de Perón en un lugar que excedía el marco institucional del cargo que ocupaba como presidente de la Nación, pues encarnaba a varios colectivos que no tenían voz.

Presentado en las Primeras Jornadas de Investigadores dedicados a los Estudios Sociales y Culturales del Deporte, organizadas por el Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte, SEUBE - Facultad de Filosofía y Letras (UBA), abril de 2001.

El gobierno justicialista en sus dos primeros mandatos constitucionales, ubicó al deporte en un lugar predominante de su gestión a partir de varios aspectos: incorporó a la actividad a miles de jóvenes; fomentó la creación y desarrollo de instituciones deportivas; organizó competiciones nacionales e internacionales, como los Torneos Juveniles Evita y los Iº Juegos Panamericanos e impulsó y subsidió la participación de deportistas argentinos en el exterior. Esta política era ejecutada desde organismos estatales y entidades controladas por el oficialismo, como la Fundación Eva Perón y la Confederación Argentina de Deportes, entre otras.

"Mientras yo esté en el gobierno he de auspiciar cualquiera de nuestras representaciones, porque sé bien del beneficio inmenso que ellas reportan al país cuando son desempeñadas como corresponde"(1), decía el ex presidente cuando despidió a la delegación que participó de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948. Conocedor de la importancia de los triunfos deportivos para fortalecer la política interna y sostener el imaginario de una Argentina que aspiraba a un liderazgo continental, financió la llegada a Europa de los automovilistas Juan Manuel Fangio y José Froilán González y fomentó la competición internacional de los representantes nacionales en los eventos más importantes. Los resultados eran interpretados desde una perspectiva global y traducidos como un indicador más de la situación económica y social del país: "La Argentina se dirige con paso firme hacia la plenitud de su destino. En el campo de la política nacional e internacional, en el terreno científico, en el desempeño industrial ocupamos un lugar cada vez más destacado en el concierto mundial. Es lógico que esa favorable situación haya tenido un brillante reflejo en el triunfo deportivo de que hoy nos congratulamos"(2). El triunfo deportivo era un patrimonio nacional y Perón no perdía ocasión de recibir en la Casa Rosada a los deportistas más destacados. Cuando Fangio pasó por el país en medio de una exitosa campaña en Europa cumplió con el rito obligado para todo argentino exitoso en el extranjero. En esa ocasión, el primer mandatario destacó el desempeño del piloto balcarceño y de la delegación argentina, que competía gracias a los fondos que destinaba su gobierno, cuando dijo que ellos eran "portadores de los honores que conquistaron para nuestra bandera" ya que con sus perfomance dejaron el nombre de la Argentina "honrado y enaltecido".(3)

Así, el deporte sirve para ser mirado como factor de diferenciación ante los demás, desde donde se producen imaginarios, símbolos y héroes. En este sentido, Eduardo Archetti sostiene: "El deporte pasa a ser así un espejo en donde verse y ser visto al mismo tiempo. Estar entre los primeros importará pero, paralelamente, aparecer como el representante de 'algo diferente' será un importante factor de desigualdad. La globalización temprana del deporte no debe verse como un proceso necesario de homogeneización, sino como un espacio en donde producir imaginarios, símbolos y héroes que establezcan discontinuidades. Las reglas universales y las prácticas son uniformes pero los resultados impulsan no solo las diferencias sino a pensarlas como tales". Para Archetti, Fangio no sólo competía en su carácter de deportista sino que fue "el símbolo de una nación... La Argentina había encontrado un héroe que no solo expresaba ideales de movilidad social, igualdad de oportunidades e integración social, sino que era, además, capaz de vencer a los mejores pilotos europeos en las carreras de pista". (Archetti 2001: 88, 89).

Nosotros, la Patria
¿Cuál era la posición desde la cual hablaba Juan Domingo Perón? ¿En nombre de quiénes lo hacía? La respuesta tiene dos aspectos: por un lado, su figura excedía el rol institucional que tenía como titular del Poder Ejecutivo Nacional y, al mismo tiempo, era la voz de varios colectivos. Como explican Eliseo Verón y Silvia Sigal, "Perón se sitúa en el mismo plano que los colectivos singulares" como los soldados/Ejército; trabajadores/Pueblo; argentinos/Patria. "Como éstos, posee un colectivo plural que le corresponde: los peronistas. La diferencia (fundamental) entre Perón y los otros colectivos es, por supuesto, que estos últimos son mudos: Perón es el único colectivo singular que habla, y por eso mismo es capaz de 'expresar' los otros colectivos. Afirmar que en la palabra de Perón se expresa la verdad misma de lo real, es lo mismo que decir que por su boca habla la Patria y se expresa el Pueblo. Es por esta razón que un anti-peronista es, automáticamente, un anti-argentino y un anti-pueblo." (Sigal y Verón 1986: 74).

La Argentina participaba del proceso mundial posterior a la Segunda Guerra consolidando un mercado interno y forjando una identidad nacional que le diera una presencia en el concierto internacional de las naciones desarrolladas. Como parte de ese período, fronteras adentro, el discurso peronista se articulaba a partir de un colectivo, un "nosotros" con una identidad "nacional y popular". El nuevo bloque hegemónico peronista tenía que diferenciarse del sistema anterior que habían dominado la "oligarquía" y el "capital transnacional". Guillermo O'Donnell considera que por esos años "el Estado apareció como un Estado nacional y popular. Esto se relacionó con que los discursos políticos, desde el gobierno y/o desde importantes partidos y movimientos, se dirigieran a quienes hasta entonces habían sido vistos, desde el Estado y las clases dominantes, como masas silentes sujetas a ocasionales explosiones. Ahora se los interpelaba y se reconocían como pueblo que, además de experimentar mejoras en su situación material, era invitado a la celebración de lo nacional en las decisiones y ceremonias que simbolizaban la derrota de adversario: la oligarquía y el capital transnacional" (O`Donnell 1982: 25).

En ese marco, el Estado aparecía como un "tercero externo a las relaciones sociales fundamentales... a pesar que es constitutivamente parte de dichas relaciones... Esa apariencia de externalidad sustenta la posibilidad del Estado de constituirse en organizador de la sociedad capitalista o, lo que es equivalente, en organizador de la dominación de la burguesía. Es sobre esta base que el aparato estatal se proclama -y suele ser habitualmente creído- custodio agente del interés general." (O`Donnell 1982: 17).

Como secretario de Trabajo y luego como presidente de la Nación, Juan Domingo Perón buscó permanentemente vínculos con la clase obrera: como impulsor de la actividad sindical aliada a las políticas del Estado y otorgando participación política al nuevo sujeto que emergía en la vida argentina, con las migraciones internas y el desarrollo de la burguesía nacional. El consenso político de la época tenía sustento en la coincidencia entre necesidades y políticas de Estado, como el fomento y la práctica deportiva de vastos sectores de la población.

El peronismo motorizaba la dinámica de una sociedad en constante transformación mediante políticas activas en diversos ámbitos: derechos políticos y sociales, educación y trabajo, entre otras. Los objetivos se enlazaban con una proclamada "doctrina justicialista" que ponía énfasis en dos conceptos claves: la Patria y la Nación. La primera fue vinculada con la familia, los símbolos y el Estado. La segunda con la defensa de un interés general indiferenciado que conformara una identidad "nacional y popular", un "nosotros" que diferenciaba a los argentinos frente a otras nacionalidades, pero además ante el adversario interno, la oligarquía.

Deporte, moral y política
El deporte fue uno de los lugares desde donde Juan Domingo Perón construyó su movimiento político, social y económico que nació el 17 de octubre de 1945. En consonancia, su discurso fue producido en las más diversas situaciones: desde la inauguración de obras, competiciones y programas, hasta el agasajo a deportistas que adherían a su política de gobierno.

En 1948, el justicialismo impulsó la creación de una red de clubes escolares de la mano del ministro Oscar Ivanissevich(4). En ocasión de la inauguración del primer club-escuela en el barrio porteño de Villa Lugano, Perón hizo uso de la palabra y señaló que "la lucha entre hermanos" desaparecía "prodigando el bien sin mirar a quién" con "un solo objetivo: hacer de este país una gran familia sin divisiones". Uno de los ámbitos para lograrlo, decía, era el club-escuela: "la continuación social de la familia que une a la escuela a la institución celular y básica del Estado" que "tiene una construcción simple, pero basada en el amor" (ídem 1).

Tres años más tarde, en 1951, el presidente Perón recibió en la Casa de Gobierno a los corredores de Turismo Carretera Oscar y Juan Gálvez, que habían competido en el Gran Premio de la República. Allí expresó que el esfuerzo que hicieron era por "una causa noble, como es la causa de la Patria, para lo cual todos soñamos con un mismo destino: esa Argentina que queremos especialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana... Siempre he pensado en un pueblo de deportistas, porque cuando se tiene un pueblo de hombres deportistas, se tiene un pueblo de hombres nobles y hombres buenos y de hombres de profundo sentido moral de la vida, y esos son los únicos valores que hacen nobles a los hombres y grandes a los pueblos."(5)

La conciencia nacional y la entrega total por la patria era una de las premisas en el discurso peronista. Para Perón la práctica del deporte otorgaba "un alma pura, un espíritu invencible, que es lo más puro que el espíritu de un hombre puede ofrendar a la Patria"( 6). Y si es necesario, por ella "debemos luchar, vencer y si es preciso morir", sentenció el entonces presidente cuando recibió a los pilotos que habían participado del Gran Premio Buenos Aires-Caracas, con vuelta desde Lima. A ellos los puso como ejemplo de entrega y sacrificio: "La prueba esta jalonada por todos los que han muerto durante su desarrollo, y eso es lo que los pueblos necesitan; superar eso, que es la suprema prueba de la vida: la muerte. Y cuando los hombres emprenden una acción decididos aun a morir, están conformando el espíritu en que se nutren las naciones y los pueblos y sin el cual estos no pasan de ser una colmena oscura de hombres que luchan por subsistir pero no por superarse"(7).

Es importante destacar que aunque en el caso del automovilismo el éxito deportivo pertenece a cada piloto, para Perón era "un triunfo de la Argentina. Esto es lo que merece destacarse. En todas las actividades, como en la vida misma, los hombres pasan y la Nación permanece. Ella es lo que importa y a ella deben ir dedicados nuestros afanes y nuestros desvelos" (ídem 2). Así como las victorias pertenecen al colectivo de "los argentinos", Perón consideraba que, como en los deportes por equipos, el triunfo es de todos y ese era el espíritu que debía tener la tarea de construcción de la "Nueva Argentina". Decía que, por herencia, los argentinos "somos excesivamente individualistas" y que las constituciones y las leyes de los pueblos latinos "olvidaron, en gran parte, el poder del conjunto, para dedicar su mayor atención al poder de los individuos... Yo estoy luchando por cambiar en nuestro país ese espíritu individualista, porque creo que es un complejo de inferioridad. Una de las verdades más grandes del hombre moderno es renunciar a su yo, para compartir ese yo con los demás, y esa escuela es la que nos llevará al triunfo... (reemplazando al individualismo) por la idea colectivista, que lleva a todos a trabajar por todos, y no a cada uno a trabajar para si mismo." (ídem 7)

Es singular que con el justicialismo en el poder las victorias más resonantes del deporte argentino fueron en disciplinas de carácter individual: los títulos de Juan Manuel Fangio en la Fórmula Uno; la medalla de oro de Delfo Cabrera en los Juegos Olímpicos de Londres y la corona mundial de boxeo que conquistó Pascual Pérez son algunos ejemplos. Al mismo tiempo solamente deportes colectivos como el polo y el básquetbol conquistaban en Buenos Aires sendos títulos mundiales en 1949 y 1951, respectivamente.

Producir un record
La actividad productiva y el deporte eran para Perón dos elementos indispensables para alcanzar la proclamada "Nueva Argentina" y que relacionaba mediante la significación que tenían los índices de productividad industrial y las marcas que lograban los deportistas. También las inauguraciones de obras públicas que formaban parte de la infraestructura recreativa y deportiva eran un buen motivo para que el Presidente insistiera sobre el tema. El 14 de julio de 1949 fue inaugurada la Ciudad Infantil "Amanda Allen" en el barrio porteño de Belgrano. Al lugar, una pequeña ciudad de cuatro manzanas, concurrían los niños que participaban de los Campeonatos Evita, organizados por la Fundación Eva Perón. El primer mandatario "elogió a los obreros que levantaron la Ciudad Infantil en tiempo record: 5 meses y 20 días. Dos de ellos, Domingo Henríquez y Santiago Bota (los que más horas de trabajo contabilizaron), izaron la bandera, y un tercero, Alfredo Cortina, entregó simbólicamente la obra a su dueña: la Fundación, que a su vez, la puso en manos del flamante Instituto de Orientación Educativa para la Niñez. 'Hemos cumplido -dijo Cortina-, con la frase de nuestro líder: Producir, producir y producir'". (Primera Plana 1966, 196: 37)

El desempeño de trabajadores y deportistas fue comparado por Perón en 1951, cuando entregó a dos obreros sendas medallas por batir record de trabajo y producción, que "como prueba, tiene el mismo alcance que una prueba deportiva cualquiera, pero como significado para el trabajo de la República, es de un alcance inestimable... Si cada uno de los argentinos, en nuestro trabajo somos capaces de marcar un récord de honradez, de contracción y de buena voluntad, nuestra patria marcará a su vez un récord entre todas las patrias del mundo." (8)

Marcelo Massarino
Buenos Aires, Febrero de 2002.

Publicado en: http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 46 - Marzo de 2002
http://www.efdeportes.com/efd46/peron.htm

Notas
1. PERON, Juan D. "Discurso del general Perón en la inauguración del club-escuela de Villa Lugano", 16 de junio 1948.
2. PERON, Juan D. "Mensaje del presidente de la República con motivo de la disputa de la prueba automovilística Gran Premio de la América del Sud", 9 de noviembre 1948.
3. PERON, Juan D. "Palabras pronunciadas por el presidente de la Nación, general Perón, durante la visita de Juan M. Fangio", 6 de octubre 1950.
4. La experiencia de los clubes escolares fracasó porque no pudieron competir con los clubes instalados y fueron suprimidos en 1950 por el ministro Armando Méndez de San Martín, según explica Mariano Plotkin en "Mañana es San Perón".
5. PERON, Juan D. "Discurso del general Perón al recibir a los hermanos Gálvez en el Salón Blanco", 2 de agosto1951.
6. PERON, Juan D. "Discurso pronunciado por el Presidente de la Nación en el acto de la Asociación de ex-Olímpicos Argentinos", 5 de julio 1949.
7. PERON, Juan D. "Discurso del Presidente de la Nación ante los corredores que participaron del Gran Premio América del Sud", 13 de noviembre 1948.
8. PERON, Juan D. "Discurso del general Perón en el acto de entrega de premios a dos obreros que batieron el record de trabajo y producción", 26 de abril 1951.

Bibliografía
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HOROWICZ, Alejandro (1985) Los cuatro peronismos, Buenos Aires, Legasa.
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PERON, Juan D. Discursos. Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, Dirección General de Prensa. Comisión Bicameral de Homenaje Bibliográfico al Tte. Gral. Juan D. Perón.
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SIGAL, Silvia y VERON, Eliseo (1986) Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Buenos Aires, Legasa.

2 dic 2005

Pascual Pérez, un modelo peronista

La trayectoria deportiva del boxeador Pascual Pérez es una expresión de la movilidad social que hubo durante la presidencia de Juan Domingo Perón entre 1946 y 1955. En 1954 fue el primer campeón del Mundo que dio la Argentina, luego de una dilatada trayectoria en el campo amateur con una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Pascual Pérez es un modelo desde donde podemos analizar la incidencia social del deporte durante el peronismo.

Presentado en el IV Encuentro de Deporte y Ciencias Sociales, organizado por el Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte (AIED), noviembre de 2002, Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires.

¿Cuál es la figura que aparece en el imaginario colectivo cuando analizamos la relación entre el peronismo y el deporte? Siempre que los sentimientos se ubiquen en el primer plano, sin ninguna duda que se trata del boxeador José María Gatica, "El Mono". Un sentimiento que puede ser de amor u odio. Según el color del cristal con que se mire, esos días de Juan Domingo Perón en el poder serán los más felices o los más ingratos. Esa dicotomía que planteamos desde lo emotivo se traslada a lo político, social o económico. La marca que dejó Perón es motivo de análisis cuando nos preguntamos por la nación, por la patria, por la construcción de la identidad de los argentinos. El imaginario de la Nueva Argentina que el peronismo construyó desde el gobierno entre 1946 y 1955 tiene su cuota de emotividad, sufrimiento y entrega en una consigna que aglutinó a la clase obrera y el pueblo durante aquellos años y luego en los tiempos de la proscripción: "la vida por Perón". Y el deporte no fue ajeno a esa realidad.
Como nunca, el deporte y la política iban por el mismo camino. Si apelamos al recuerdo del "peronismo-sentimiento", Gatica ocupa el primer lugar en la memoria colectiva peronista/antiperonista, a pesar que no fue campeón profesional y que en su única pelea por un título mundial, frente al norteamericano Ike Williams, cayó por nock out en la mitad del primer round. Si el objetivo es analizar a la sociedad de la época a partir de la influencia de aquel movimiento de masas para estudiar la movilidad social que determinó el ingreso de sectores hasta ese momento postergados, creemos que el mejor ejemplo dentro del deporte argentino es el que encarnó el boxeador Pascual Pérez. Dueño de una singular trayectoria, recorrió en su carrera deportiva -uno a uno- todos los peldaños que lo llevaron a ser campeón olímpico y el primer pugilista argentino campeón del mundo. Al mismo tiempo, ascendió en la pirámide social: mientras daba los primeros paso como boxeador, siempre en peso mosca, era peón rural en la finca de su padre; con el tiempo tuvo un ingreso económico como deportista que lo ubicó en una clase media con casa, auto y un patrimonio que le permitió vivir sin mayores apremios durante algunos años. En este sentido, el recorrido que desde lo social hizo Pascual Pérez, es similar al de miles de argentinos de su época.
Pascual Pérez logró su consagración como amateur y profesional cuando Buenos Aires le abrió las puertas de la competición en el ámbito nacional. En ese sentido, su viaje desde el Interior a la Capital no es diferente a la experiencia de los provincianos que emigraban a la gran ciudad para estudiar, trabajar y lograr una posición económica que les permitiera escalar en la pirámide social.
Pascualito es producto del impulso social y deportivo que el Estado peronista instaló con varios objetivos: afianzar y sostener el proyecto peronista, al tiempo que expandía la base social con la incorporación de nuevos actores, orientando la conciencia obrera en una dirección opuesta al conflicto social (Durruty 1963). Luis Alberto Romero reflexiona que en el decenio peronista "el Estado desarrolló ampliamente las políticas de bienestar social, y arraigó el concepto de justicia social. La justicia social complementó adecuadamente la idea básica de la movilidad, puesto que el Estado concurría a apoyar a aquellos que habían quedado un poco atrasados y los volvía a poner en carrera..." (Luis A. Romero 2002). En el plano deportivo "el boxeo fue también una avenida para la movilidad social pero esta vez no sólo para los hijos de inmigrantes que poblaban la pampa sino, fundamentalmente, para los pobres de las grandes ciudades..." (Archetti 2001: 103).
A fines de la Segunda Guerra Mundial la brecha entre ricos y pobres en la Argentina tenía proporciones alarmantes. Perón tuvo una política de reformas sociales profundas hasta 1949, cuando cambió el rumbo económico. "Procuró despertar en los estratos bajos un sentido de nacionalidad y de identidad mediante la difusión de su doctrina y la ayuda del estilo plebiscitario con ribetes emocionales que había impreso a su gobierno", apoyado "sobre una base material e institucional. Por eso, la elevación del nivel de vida y la mejora del status social de los estratos bajos constituyeron el centro de sus esfuerzos reformistas". En ese marco, "el precio exigido por Perón con sus concesiones fue el intensivo apoyo político de la clase trabajadora, la clara toma de posición de ésta en favor de su persona y de su gobierno". (Waldmann 1981: 84, 150 y 168). Con el consenso liberal en crisis el justicialismo generó "un sistema de mitos y símbolos tendiente a crear un imaginario político alrededor de las figuras de Perón, de Eva y del movimiento peronista en general, al tiempo que intentaba incorporar a nuevos sectores sociales dentro de la maquinaria del régimen." (Plotkin 1993: 299).
Desde otra perspectiva Julio Mafud sostiene en "Sociología del peronismo" que "la democratización de las oportunidades económicas y sociales abrió las compuertas de la masificación de toda la sociedad. En cierto modo, los que se sintieron excluidos fueron los que siempre se consideraban elite y grupos tradicionales... el peronismo cumplió la etapa de 'legitimización' de los nuevos grupos y nuevas normas en la sociedad urbana. Dentro de este proceso, los que venían no se encontraban con la necesidad de cambiar pautas y normas, sino de afirmar las que traían. Por tal causa, dentro del peronismo no se sintieron extraños. Se sintieron los habitantes y miembros naturales de la sociedad peronizada... Se era peronista no por elección sino por integración social... Con el peronismo los grupos del Interior comenzaron a comprender que su país no terminaba en su comunidad, sino que se extendía hacia todas las subestructuras nacionales. Esto llevó a comprender que no era necesario 'urbanizarse' para estar en la ciudad. También en ella se podía vivir con las pautas originarias... El peronismo -como nueva ideología- representó, para los que llegaban, el futuro sin compromisos o ataduras con el pasado. En la medida en que se insertaban en el acontecer peronista se insertaban en la nueva sociedad. Lo hacían para peronizarla", al tiempo que lo adoptaban como un controlador político e ideológico con una sensación de paternidad. (Mafud 1972: 20, 31-32, 39 y 40).
Política, economía y promoción social constituyeron el paraguas bajo el cual se desarrolló la movilización o locomoción de la sociedad. El salario medio por hora de los obreros industriales se incrementó en casi el cincuenta por ciento, que sostuvo un mercado interno para las empresas nacionales, se modificó la legislación laboral y se crearon organismos asistenciales y culturales. El Estado conducía la planificación económica y se presentaba como un tercero externo a las relaciones sociales (O` Donnell 1982: 17) con políticas activas en diversos ámbitos, en el marco de una proclamada "doctrina justicialista" que enfatizaba dos conceptos claves: la patria y la nación (Massarino 2002). "Eva Perón liberó a su marido del papel de líder de los trabajadores, lo cual permitió que su pretendido rol de representante imparcial del Estado y de árbitro de la Nación resultara más plausible (Waldmann 1981: 234).
La Fundación Eva Perón fue un elemento importante en esta etapa. Aunque de carácter privado constituyó una verdadera red de asistencia social a nivel nacional que, incluso, tuvo acciones en el exterior. En el plano deportivo, fomentó la competición de jóvenes a través de los Juegos Deportivos Evita. "Los campeonatos deportivos eran usados para dar sentido político (o sea peronista) a formas ya existentes y aceptadas de interacción social, a efectos de crear consenso pasivo.
Los padres que permitían a sus hijos participar en las competencias estaban tácitamente aceptando ser incorporados en la maquinaria del régimen, aunque no por ello estaban necesariamente haciendo una declaración de apoyo explícito al gobierno" (Plotkin 1993: 257).

Pascualito, de peón a campeón
Pascual Pérez fue hijo de una familia campesina que cultivaba en los viñedos mendocinos. El trabajo rudo de labrar la tierra lo fortaleció desde pequeño y formó un cuerpo de pequeño porte pero macizo y sus brazos tuvieron una fuerza desproporcionada para su físico.
Se inicio a los 16 años en el club Deportivo Rodeo de la Cruz bajo las órdenes del profesor Felipe Segura, a quien asombró porque tenía un golpe fortísimo con ambos puños. Aunque era zurdo, actuaba naturalmente como diestro. Tenía un don natural para boxear, ya que "sabía resolver situaciones sobre la marcha sin esperar la terminación de un round para que le indicaran en el rincón cómo resolver el problema. Si la estrategia fallaba él, entre golpe y golpe, concebía otra" (Suárez y Chaine 1998: 37).
Desde su aparición en las veladas mendocinas, en enero de 1944, hasta su consagración en Londres conquistó más de 20 campeonatos amateurs. El primero fue el Campeonato Argentino de Novicios que logró dos meses después del debut. Su padre Francisco Pérez accedió a que viajara para competir en Buenos Aires, sólo después que la Federación Mendocina de Boxeo le aseguró el pago para contratar un peón que reemplazara a su hijo en las labores de la finca. (Suárez y Chaine 1998: 61).
El selectivo para determinar los integrantes de la selección que representó al boxeo argentino en los Juegos de Londres 1948, fue ese mismo año en el estadio Luna Park, de Buenos Aires, donde combatieron representantes de la Federación Argentina y de la Unión Argentina de Box. Entre los integrantes de la delegación olímpica que cruzó el Atlántico en el buque "Brasil" estaban los pugilistas de la escuela mendocina Pascual Pérez, en la categoría mosca; Cirilo Gil, en pluma; Manuel Martínez, liviano y Luis Rosales, mediano. La victoria de Pascualito frente al italiano Espartaco Baldinelli le permitió lucir la presea dorada, que también lograron el peso pesado Rafael Iglesias y el maratonista Delfo Cabrera
El periodista de la revista El Gráfico Félix Frascara escribió desde Londres: "Pascual Pérez ha ido escalando peldaño a peldaño este camino hacia la fama: mendocino, fue primero campeón de su ciudad, de su provincia luego; más tarde y en breve lapso campeón argentino, rioplatense y latinoamericano, todo en peso mosca. Su rotunda eficacia finca principalmente en el notable sentido de tiempo y distancia, sincronizados a la perfección. Luego, es agresivo, de pegada sumamente fuerte en proporción a su peso; y desarrolla todos sus recursos en plena velocidad, sin perder la línea. Podríamos afirmar que ha sido el mejor boxeador del equipo argentino y uno de los mejores estilistas del torneo..." (El Gráfico 1948, 1520: 29-33)
El espíritu nacionalista alimentaba el imaginario de los puños criollos "avalados en una gloriosa tradición de los guapos boxeadores argentinos que prestigiaron en los cuadrados de todo el mundo los colores deportivos de nuestro país" (Crítica 5ta. edición, 14-5-1948)
De regreso en la Argentina, el presidente Juan Domingo Perón recibió a los deportistas. Pascual Pérez volvió a su Mendoza natal en el tren El Cuyano donde lo esperaba una multitud. La Legislatura local le obsequió una casa en la capital, sobre la arteria Jorge A. Calle, y la Fundación Eva Perón todos los muebles.
La eliminación en el selectivo para viajar a los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, a manos de Francisco Calvagno, en un fallo discutido, fue suficiente para que Pérez decidiera pasar a las filas del profesionalismo de la mano del manager Lázaro Koci, El empresario, que también manejó la carrera de José María Gatica, fue quien impulsó la revalidación de los títulos de todas las categorías, incluida la mosca, que "no se disputaba desde hacía 23 años." (Suárez y Chaine 1998: 91). Debutó frente al chileno José Chiorino a quien venció por abandono en el cuarto round. Con cuatro peleas más, ganadas por nock out, disputó el título argentino con Marcelo Quiroga, quien abandonó en la cuarta vuelta. El cinturón de Campeón Argentino de los Moscas quedó en la cintura de Pascualito aunque sin rivales a la vista. Las bajas recaudaciones por la escasa convocatoria del mendocino hacía que peleara en un Luna Park casi vacío. Esto lo obligó a buscar adversarios en el interior de la Argentina.
Sin contrincantes de nivel en su país y Latinoamérica, el embajador argentino en Japón, Carlos Quiroz, logró una pelea en Buenos Aires con el campeón mundial Yoshio Shirai, aunque sin el título en disputa. La cita fue en el estadio de Corrientes y Bouchard y se trató de la primera vez que un pugilista argentino lograba empatar con un campeón mundial. Fue un logro para el boxeo argentino cuando en el terreno deportivo "florecía una época de oro, a expensas de una Europa y Estados Unidos desangrados, con los cinco títulos mundiales de Juan Manuel Fangio, el básquetbol y su consagración, un Jorge Bátiz subcampeón del mundo en ciclismo, el fútbol llenaba estadios todos los domingos. Pascual Pérez perteneció a esa generación de éxitos, abriendo el camino en el boxeo y sumándolo a la euforia nacional por los triunfos deportivos." (El Gráfico -Grandes momentos del deporte argentino, fascículo nº 5-: 32-33)
La revancha fue en Tokio el 26 de noviembre de 1954 en el estadio Korakuen. A los 28 años, Pascual Pérez venció por puntos al oriental y se alzó con la corona. "En diez años de actuación como amateur y profesional, de 1944 a 1954, ganó veinte títulos y dos de hegemonía mundial. En su record figuran más de noventa combates ganados, en su mayoría, por K.O. o abandono. Una sola vez igualó honores y fue cuando Shirai era el campeón. Siendo Pascual el monarca fue declarado perdedor de Sadao Yaoita en un combate sin validez por el título" (Suárez y Chaine 1998: 114)
La crítica especializada veía en Pascual Pérez a un boxeador estilista de golpe fulminante que había progresado paso a paso a lo largo de su trayectoria amateur y profesional. "¡Qué habría constituido Pascual Pérez en 1948 cuando ascendió al pedestal de campeón amateur, si seis años, casi de inactividad, le han permitido en dos saltos escalar tan alto! La verdad es que fue siempre un campeón definido. Primero en el espinoso concierto local, donde tanto cuesta prevalecer. Luego en el sudamericano. Más allá, los mundiales de amateur y profesional. Profesional completo, con una clara exposición de boxeo ortodoxo, revistió su trabajo con su empuñadura criolla. Siempre le dio preferencia al ataque, esa suerte de acción definida, viril, en la que queda identificada la personalidad. Es así como su ficha está henchida de triunfos por la vía expeditiva, esa que resulta consagratoria para el fighter y el estilista... Cada vez se ensanchaba más su torso de gladiador, y se agudizaba su sentido, su instinto para la sutileza de una lucha que acepta, tanto como los mandatos del músculo, aquellos que le confieren belleza deslumbrante en la certera celeridad del impacto. Su campaña como profesional es puramente de ascendencia local. Adversarios que sirvieron para fijar su superioridad, todos cayeron desbordados, superados fácilmente. Cabe consignar que esa orfandad de púgiles de poco peso estuvo a punto de excluirlo de la actividad. Más de una vez se dijo de su alejamiento. Bastó una oportunidad, ese doble compromiso con Yoshio Shirai, para que se vitalizara en el afán de repetir su lejana gesta londinense. Como la mayoría de los boxeadores que deambulan en esa categoría tan poco nutrida, su historial es breve. Ahora le ha incorporado un capítulo que se convierte en epopeya concisa y espléndida, digna como iniciación de una nueva época del boxeo argentino en el concierto mundial." (La Nación, 27-11-1954)
El gobierno argentino no dejó escapar ningún detalle, más aún cuando peleó por la corona mundial, consciente de la importancia política y deportiva del evento. Si en el combate de Buenos Aires el presidente Perón ocupó un lugar en la primera fila, en Tokio estuvo en juego una copa otorgada por él y que Pérez cedió a su vencido. Después de conocer la decisión del jurado que le dio triunfo por puntos, Pascual Pérez dijo al micrófono del relator Manuel Sojit: "El recuerdo del general Perón, su estímulo, su cariño por todos los deportistas fue el acicate y el pensamiento que mantuvo mi fe, aun en los momentos más difíciles de la pelea". Y cerró con un "Cumplí, mi general". (La Prensa, 27-11-1954)
El periodista Diego Lucero destacó el logro y la trayectoria del boxeador: "Vino de su pago mendocino de Guaymallén, donde se tinta en rosa la manzana bíblica y donde se hace mosto la vid pagana. Era un muchachito esmirriado, con peso de jockey, medio perita en dulce, medio peloduro, de carita chupada y esa envoltura general humilde, que le traen los provincianos a las veredas porteñas... Por primera vez en la historia del deporte argentino, un hijo predilecto traerá a la Patria la corona de campeón profesional. Es un muchacho humilde porque así son los valientes y los buenos. Y la Patria, orgullosa de su hazaña, no encuentra para celebrar su alborozo, palabras más expresivas, hondas y bellas, que las palabras de la madre de Pascualito, dominada por esa emoción que entrevera las risas y las lágrimas, dijo, cuando se supo la noticia: ¡Gracias, hijo mío! '" (La Razón, 27-11-1954)
Es claro que el triunfo excedía las fronteras deportivas para fomentar el imaginario la "Nueva Argentina". El tango, como manifestación cultural de los sectores populares, estuvo presente en el logro de Pérez. En el ring side de Tokio el argentino estuvo acompañado por los integrantes de la orquesta de Juan Canaro, mientras que en Buenos Aires Sergio Gasparini, Pascual Lauria y Héctor Maure compusieron "Al gran campeón", que dice: "Pascualito Pérez, Gran campeón del mundo, hoy mi patria toda tu hazaña festeja, corazón y nervio llenos de destreza dejaste sentada por guapo mi tierra..."
Defendió su corona mundial en nueve oportunidades durante varios años. Una separación matrimonial difícil y los malos negocios consumieron todo lo que había ganado en el ring. En 1960, después de caer ante Pone Kingpetch, el periodista Franco Mogni le preguntó a Pascualito ¿quién es?. La respuesta fue "Yo soy Pascual Pérez, un recuerdo". Aunque combatió a lo largo y a lo ancho de la Argentina hasta 1964, su estrella se había apagado. Ya retirado de la actividad boxística, vivió de un sueldo como empleado público. Con el paso del tiempo, su figura radiante en el cuadrilátero se convirtió en la de un hombre golpeado por la vida. La muerte lo sorprendió el 22 de enero de 1977, víctima de una insuficiencia hepatorrenal.

Marcelo Massarino
Buenos Aires, abril de 2003.

Publicado en: http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 9 - N° 60 - Mayo de 2003
http://www.efdeportes.com/efd60/pascualp.htm

Bibliografía
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